Ante la necesidad (o la obligación) de desmarcarse de unas comparaciones que les resultan cada vez más odiosas y reivindicarse como
“conjunción de cuatro personas aisladas” (ver Rockdelux 221), Paul Banks, Daniel Kessler, Carlos Dengler y Sam Fogarino han jugado la baza de la evolución para convencernos (y convencerse) de que lo suyo es diferente. No es lo mismo, que diría aquel. Este y no otro parece ser el principal objetivo de
“Antics”, un segundo asalto donde la evolución pasa por sacrificar el nervio y la garra de
“Turn On The Bright Lights” (2002) y apostar por unas melodías más sencillas, algo más reflexivas y, en ocasiones, bastante previsibles.
Menos impulsivos y más cerebrales, los neoyorquinos abandonan el negro riguroso para adentrarse en una apacible gama de grises guiados por los teclados filomísticos de
“Next Exit”. Siguen presentes los guiños a Joy Division y las erupciones de pulsión eléctrica resueltas con maestría (
“Slow Hands”,
“C’Mere”), pero la voz de Banks suena aquí más melodramática que angustiada. Sin ir más lejos,
“Not Even Jail”, con esas guitarras cristalinas y ese ritmo entrecortado, sería el mejor ejemplo de cómo la claustrofobia de antaño ha encontrado salida en líneas melódicas más accesibles.
Normalizada la desesperación y asimiladas mejor las influencias, “Antics” viene a ser el disco de descompresión de
Interpol. Puede que hayan perdido parte de ese misterioso encanto y acaben sonando algo plomizos y grandilocuentes (
“Public Pervert”), pero, ojo: canciones como
“Evil”, con ese juego de bajo y batería que parece importado del “Bossanova” de los Pixies, bien merecen una (segunda) oportunidad. ∎