“El dinero no puede devolverte tu juventud cuando eres viejo / o un amigo, cuando estás solo, o paz para tu alma. La persona más rica es pobre en un momento dado / si lo comparas con un hombre con la conciencia tranquila”. Deslizándose por ese tobogán de terciopelo que Jeff Buckley tenía por garganta, el estribillo de
“Satisfied Mind” (Rhodes & Hayes) resulta doblemente estremecedor. La grabó ignorando que iba a morir. La grabó sabiendo que no podía vivir así, atenazado por la responsabilidad, maniatado por sus propias dudas, obcecado, en definitiva, por los problemas de sucesión de
“Grace” (1994).
Esa insana obsesión lo indujo a desestimar unas sesiones producidas por Tom Verlaine que ahora, ordenadas por Andy Wallace (mezclas) en el primer CD de
“Sketches For My Sweetheart The Drunk”, conforman un trabajo irregular aunque de ninguna manera indigno. Si algo demuestran es que
Jeff Buckley podía luchar con el soul y vencer (
“Everybody Here Wants You”) para luego caer en la vulgaridad del AOR alternativo (
“Yard Of Blonde Girls”). Con la excepción de
“The Sky Is A Landfill” y
“You & I”, dos de las mejores canciones de su trayectoria, estas citas nada encubiertas a Leonard Cohen (clamorosa
“Morning Theft”) se asientan en la amarga frontera de la medianía, confiadas tan solo al enorme talento interpretativo de un compositor decididamente sobrevalorado.
A él tampoco le bastaron. Mientras su banda volvía a Nueva York, Jeff Buckley alquiló una casa en Memphis y continuó volcando en un cuatro pistas lo que hoy es el segundo CD de su primera edición pos mortem. Solo dos temas, el lujurioso
“Your Flesh Is So Nice” muy a lo Billy Childish y el destartalado
“Murder Suicide Meteor Slave”, merecen pasar la criba. El resto, incluida su inopinada versión de
“Back In N.Y.C” (¡Genesis!), no son otra cosa que bosquejos elevados a la categoría de ademanes para el último adiós de la más firme promesa del folk-rock americano por mor del negocio, la familia –Mary Guibert, su madre, vigiló la publicación mano a mano con Chris Cornell– y, sobre todo, el destino. Entrañable. ∎