Álbum

John Coltrane

A Love Supreme. Live In SeattleImpulse!-Universal, 2021

Más de medio siglo después de su desaparición, la marca John Coltrane (1926-1967) sigue originando regularmente noticias destinadas tanto a exaltar su figura como a producir nuevos réditos a discográfica y herederos. La inexorable necrofilia musical, ya se sabe. La revelación se asocia ahora a una inédita segunda lectura integral en directo de una de sus obras mayores, el megaclásico “A Love Supreme” (1965), grabada el 2 de octubre de 1965 en The Penthouse de Seattle; la primera fue el concierto del festival Juan-les-Pins de Antibes de 26 de julio del mismo año, publicado en la edición deluxe homónima de 2002. Menos de tres meses separan ambas versiones, aunque el meteórico avance de Coltrane induzca a pensar en una mayor distancia cronológica entre ellas.

En principio, la formación utilizada por Trane en Seattle se situó más cerca de la mostrada en las, en su momento, desechadas tomas de “Acknowledgement”, con su “cuarteto clásico”, con McCoy Tyner, Jimmy Garrison y Elvin Jones, ampliado a sexteto con Art Davis al contrabajo y el discípulo Archie Shepp al tenor, registradas en diciembre de 1964 junto al disco original, grabado –no lo olvidemos– en cuarteto. De hecho, este “A Love Supreme. Live In Seattle” procede de las mismas fuentes que el espléndido doble álbum “Live In Seattle” publicado por Impulse! en 1971, después de la muerte del saxofonista de Hamlet (Carolina del Norte). Sin Davis ni Shepp y con el classic quartet en rampa de salida, son aquí Pharoah Sanders (saxo tenor) y Donald Garrett (contrabajo) quienes refuerzan la alineación, más un joven Carlos Ward al alto en algunos pasajes.

Pero lo realmente relevante en este álbum –con notas en el libreto a cargo de Ashley Kahn y Lewis Porter– no es tanto la forma como el fondo: en junio de 1965, Coltrane había trabajado en “Ascension” (1966), según el critico Bill Mathieu, “el sonido humano más potente jamás grabado”. El músico norteamericano impulsaba la segunda fase de la improvisación colectiva permutando el diálogo camerístico de “Free Jazz” (1961) de Ornette Coleman por una sentido más orquestal. Trane apadrinaba así a la joven vanguardia del jazz neoyorquino, ondeando un planteamiento que lo condujo a desconstruir en este directo una de sus piezas fundamentales, lejos del radicalidad de “Ascension” aunque desde enunciados corales y abiertos, con su eje espiritual en creciente turbulencia, estimulado por la polirritmia de Jones, por el coloquio de contrabajos y, sobre todo, por el fogoso Sanders, quedando únicamente el piano de Tyner a cargo del relato armónico.

El reformador proceso quedó secundado por una gradual expansión temporal de la obra, que pasó de los 33 minutos de la original a los 48 de Antibes, mientras que aquí alcanzó los 55 minutos –77 si incorporamos cuatro interludios con espacio solista para contrabajos y, en menor medida, batería– en un deseo de dilatar el lienzo sonoro, así como su obsesiva articulación de espacio y tiempo, dotada, como siempre, de una profunda carga emocional. Una correcta toma de sonido, realizada por el músico Joe Brazil y optimizada ahora por el ingeniero Kevin Reeves, tonifica el interés de este enésimo testimonio de la capacidad del genio para concebir la creación, la música, como un ente tan vivo y tornadizo como la propia vida. ∎

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