Karen Black (1939-2013) siempre tuvo el encanto de la imperfección. Ligeramente estrábica, ligeramente vulgar, ligeramente distinguida, misteriosa y hasta glamurosa –en “El gran Gatsby” (Jack Clayton, 1974), “Como plaga de langosta” (John Schlesinger, 1975) y “La trama” (Alfred Hitchcock, 1976)–, de trayectoria cinematográfica algo balbuciente pero, al mismo tiempo, plagada de títulos fundacionales del nuevo cine americano de los 70: “Easy Rider. Buscando mi destino” (Dennis Hopper, 1969), “Mi vida es mi vida” (Bob Rafelson, 1970), “Cisco Pike” (Bill Norton, 1971), “Drive, He Said” (Jack Nicholson, 1971), “Born To Win” (Ivan Passer, 1971), “Portnoy’s Complaint” (Ernest Lehman, 1972) y “Nashville” (Robert Altman, 1975).
A Black se la amaba por su estilo disconforme y por la integridad que representó en aquel tiempo en el que el cine de Hollywood dejó de ser lo que siempre había sido. Sin grandes alardes, la actriz acabó convirtiéndose en una presencia contracultural cuya discreta carrera posterior, a partir de la década de los 80, no empaña en absoluto los logros obtenidos en aquellos años de prodigiosa mutación cinematográfica. Y era la madre de Hunter Carson, el niño protagonista de “Paris, Texas” (Wim Wenders, 1984), fruto de su relación con el guionista L. M. Kit Carson, quien fue capaz de adaptar a la idiosincrasia estadounidense “Al final de la escapada” (Jean-Luc Godard, 1959) en la hoy reivindicable “Vivir sin aliento” (Jim McBride, 1983). Realmente, no interesarse en Karen Black y su entorno era muy difícil.
También componía y cantaba: las canciones que interpreta en “Nashville” son suyas, grabó un 7” en 1965 con los temas “Smother And Bother” y “Silver Moon”, tocó en directo con Carly Simon, se dejó llevar por el folk de Judy Collins, interpretó con Zero Mostel y Gene Wilder la comedia musical y fantástica “Rhinoceros” (1974), según obra de Eugène Ionesco, y realizó un espectáculo a su nombre con temas de Bob Dylan y David Bowie, entre otros. Volvemos al encanto de la imperfección. No era un prodigio vocal, aunque a medida que avanzan los cortes de este “Dreaming Of You (1971-1976)” –con portada de Raymond Pettibon– se nota una clara evolución, siempre por los caminos del folk. Pero abordó cada tema con una entrega y un sentimiento que lima esa imperfección. Resulta emocionante cuando la voz está a punto de rompérsele en “The Wind Doesn’t Speak To Me Anymore”, o la sencillez con la que interpreta “Sunshine Of Our Days”, “Passing Through” y “Well I Know You’re Lonely Now”.
Este disco recoge quince canciones grabadas entre 1971 y 1976, es decir, el mismo período de plenitud de su carrera cinematográfica. La mayor parte de los temas son relatos introspectivos de pérdida, nostalgia, soledad, relaciones tóxicas de poder, decepción, ligera esperanza o desarraigo, en tránsito amoroso y vivencial. Son de su cosecha con alguna excepción: la versión de “Question” de los Moody Blues, llevada hasta la estricta desnudez, y la triste “If I Thought You’d Ever Change Your Mind”, de John Cameron, apartándose del canon sonoro del folk al emplear un clavicordio como único apoyo. Casi todos están registrados solo con guitarra acústica y producción de Bones Howe, pero hay un mayor grado de sofisticación instrumental cuando incorpora un tenue pedal steel en la hermosa “Thank God You’re Mine” y abraza el folk-country-rock de órgano y guitarra eléctrica en “Babe Oh Babe”. La entonación se torna mucho más grave, así como el juego con las voces dobladas, en los dos temas extra que cierran el disco, “I Wish I Knew The Man I Thought You Were” y “Royal Jelly”, grabados con Cass McCombs en 2013. Él ha sido el artífice de esta pequeña joya que es “Dreaming Of You”: McCombs encontró las olvidadas bobinas de los 70 y procedió a su paciente restauración. Se conocieron en 2008, Black puso voces en alguno de sus temas –inolvidable “Dreams-Come-True-Girl” que abría “Catacombs” (2009)– y trabajaron juntos en un disco que quedó truncado por la muerte de ella. Estas dos últimas canciones son lo único que pudieron grabar; un bello epitafio. ∎