El compromiso era realmente difícil; se trataba, primero, de demostrarse a ellos mismos y, luego, al gran público que aquella primera confrontación cultural que dio origen a la premiada maravilla llamada
“Songhai” (1988) no había sido chiripa, más cuestión del azar que del talento. Habían pasado seis años y los contactos durante este largo período habían sido escasos. El asunto era aprovechar que
Toumani Diabaté estaba de nuevo de gira por Europa para volverle a encerrar en un estudio con los actuales
Ketama y el escindido
José Soto.
Mi escepticismo era grande cuando, pocos días antes, un representante de la compañía me pidió apresuradamente un
walkman para que, en Los Tarantos, en Barcelona, Toumani y los Carmona preparasen alguna base para, pocos días después, no llegar al estudio en blanco. Puedo dar fe de que así de improvisado fue el asunto. Por eso luego, ya con el disco compacto, me costó acabar de creer lo que allí sonaba: un fundido natural del folclore malí, la jondura del flamenco, una inevitable pasada por el Caribe y esa rumba que a todo se arrima. De nuevo lo han logrado y no ha hecho falta que sus bocas utilicen el mismo idioma para entenderse; está claro que en su caso la lengua que habla es la de la inspiración. Y si no, que alguien me diga qué extraña maravilla es
“Sute monebo” y el resto de los diez temas de
“Songhai 2”.
Danny Thompson no pudo estar, pero Javier Colina hace que no se note. En cambio, sí que se notan, y mucho, los acompañantes que esta vez se ha traído Toumani Diabaté. Su tío Kélétigui, un verdadero maestro del balafón, y Basekou Kouyaté, un virtuoso del rústico y peculiar ngoni. La musicóloga Lucy Durán y el veterano productor Joe Boyd hacen de cicerones mientras a Mario Pacheco se le cae la baba contento de que sus pupilos estén creando
“un sonido acústico capaz de sonar en el Rastro y en el bazar Rosa de Bamako. Que paseará en ‘walkman’ por la Rambla y Times Square y que será música de fondo de un ‘Informe Semanal’ sobre la sequía de África o el París-Dakar o la Feria de San Isidro”, y que en cualquier país con dos dedos de frente y sentido musical, añadimos nosotros, tendría que ser pasto de los
hit parades y no solo del gueto étnico. ∎