Álbum

Kin’Gongolo Kiniata

KiniataHélico, 2025

En Rockdelux siempre hemos querido mostrar la potencia de la actual música congoleña, la que refleja la gran imaginación e ingenio de la que hacen gala los nuevos artistas de este gran país africano, cuya pobreza de medios nunca ha sido obstáculo para crear sonidos fascinantes. Nos referimos a la saga “congotrónica” y derivados, protagonizada por los legendarios Konono Nº 1 y los no menos interesantes Kasai Allstars, Staff Benda Bilili o Mbongwana Star. También desde Kinshasa llega el grupo Kin’Gongolo Kiniata, una nueva generación que hace de la necesidad virtud, inventándose instrumentos sacados de la chatarra para hacer una música que conecta con la tradición y renueva sus parámetros.

En su álbum de debut este quinteto traslada la vida frenética de las pobladas y polvorientas calles de la capital congoleña a su música. El nombre del grupo significa “le son qui écrase”” (el sonido que aplasta), algo apropiado para definir una música que refleja tensión pero a la vez permite el fluir melódico. Así, en la tersa “Toko Lemba Te” repiten con voces airadas y rugosas “nous disons non à la guerre, a la violence” entre capas de distorsión, ritmos funk y coros en lingala, en un tema explosivo con un crescendo arrollador.

Estos maestros recicladores de quincalla, que construyen instrumentos fabulosos con botes de conserva y trozos de madera, se han inventado un sonido, una especie de electro-punk-rock congolés utilizando un arsenal de objetos percutivos y de cuerda ingeniosamente ensamblados, partiendo de botellas de plástico desechadas, objetos de metal y otros domésticos; llama la atención, por ejemplo, en la ilustración de la portada, una vieja televisión convertida en bombo.

El nombre del grupo está inspirado en el sonido producido por los contenedores metálicos de los vendedores ambulantes de petróleo, que recorren las calles de Kinshasa, durante los frecuentes cortes de electricidad, para proporcionar una fuente de luz alternativa. Sus composiciones, cantadas en lingala, rinden tributo a esos sufridos trabajadores, abogan por la paz y contra la guerra en el Congo y son un estímulo para que la juventud persevere para salir del ostracismo.

Ellos se dieron a conocer en Europa tras actuar en la edición de 2022 del venerable y mítico festival Trans Musicales de Rennes. Esto les permitió fichar por Hélico, editora y sello parisino para el que debutaron con el EP “Moto” (2023). De sus cuatro canciones tres están incluidas en el álbum, aunque regrabadas para la ocasión para potenciar el sonido y algunos arreglos. Empezando por la epiléptica “Kingologo”, cuyo ritmo frenético, y hasta post-punk si nos apuran, corre parejo al de unas voces que, sin embargo, no paran de recordar que “on dance la rumba, tout le monde”, sobre algo que parecen likembes distorsionados, aunque no exentos de calidez. En la no menos compulsiva “Moto”, algo que parece una guitarra al borde de un ataque de nervios se solapa a un maremagnum de voces, en una peculiar forma de interpelarse a la manera de llamada y respuesta, entre una marejada de sonidos indescifrables. Las voces son más africanas, en el sentido tradicional, en una coral “Elengi Ya Ko Vivre” en la que las guitarras también beben de la tradicional rumba y soukous, aunque al final su trepidante ritmo adquiere connotación contemporánea.

El leitmotiv del tema que abre el álbum, “Toye Mabe”, tiene cierta reminiscencia del “Jingo” de Santana, aunque luego aparece la esencia repetitiva, potenciada por una rotunda y cazallosa voz. Pero no todo es velocidad, ya que “Angoisse” tiene un aire de chanson africana, doliente y polifónica, reflejando a la perfección su título, aunque tratándose de un álbum congotrónico la distorsión no puede faltar. En el tema más extenso, “Liseki Te”, superando los seis minutos, sigue la exuberancia coral que se convierte en signo distintivo del grupo, por encima de una incisiva guitarra (o lo que sea), una línea de algo que parece un bajo, nerviosas percusiones y el vozarrón solista que se convierte en recurrente contrapunto.

Los juegos vocales, entre polifónicos y airados, conviven en un “Fina Fina” con fondo instrumental heredero del dub. En cambio, en “Lowi” es la combinación de llamada y respuesta la que domina, en un esquema que retrotrae a la tribu y sus rituales comunitarios. Es un espejismo porque estamos ante un grupo contemporáneo que hace del trance su razón de ser, convirtiéndose de nuevo en arrollador afropunk en la airada y frenética “Bunda”, preludio del final con “Tekiara”, en el que vuelven a reblandecer su tono, en otra caricia coral en la que incluso el sonido de los instrumentos parece tradicional, demostrando los muchos matices de un grupo excelente. ∎

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