A veces, solo a veces, canta Kurt Vile, la vida puede ser divertida. Lo dice nada más descorchar “(watch my moves)”, justo cuando empieza a brincar sobre el piano cabaretero de “Goin On A Plane Today” y se asombra, se maravilla, al recordar que en los últimos años ha pasado de escuchar “Heart Of Gold” a telonear a Neil Young. “¡Imagínate si lo hubiese sabido cuando era joven!”, se exclama casi pellizcándose el melenudo cantautor de Filadelfia. “Aunque me equivoque, voy a cantar mi canción hasta el amanecer”, canturrea más tarde en la deslavazada y stephemalkmusesca “Fo Sho”, otra de esas ventanas abiertas de par en par a Kurtvilelandia, barra libre de canciones irresistibles y conexiones metamusicales que acaban haciendo del nuevo disco del ex The War On Drugs, el octavo ya, un fabuloso y encantador viaje al centro de su cabeza.
Una excursión panorámica que, tras sus colaboraciones junto a John Prine y Courtney Barnett, tras sus musculosas versiones de la Velvet Underground, resitúa a Vile en la cubeta de música clásica, subsección vaqueros melancólicos y cantautores hipnóticos. Él mismo ha reconocido que “(watch my moves)” es muy probablemente su disco más clásico, algo que se traduce en setenta minutos de bucólico espíritu pastoral, burbujeo psicodélico y guitarras temperadas y minimalistas. De slides que se deslizan suavemente por encima de “Mount Airy Hill (Way Gone)” y visitas furtivas a la “Candy’s Room” a través de “Stuffed Leopard”. “(watch my moves)” es también, con sus melodías en bucle, esos teclados filoespaciales y delicias de folk lisérgico como “Cool Water”, un inmejorable diario de abordo; un ensayo de puertas abiertas en el que Vile parece ir recolectando las canciones minutos antes de su punto justo de maduración para que estas acaben de florecer en las manos y los oídos del oyente.
Así, tras la aparente ligereza de unas piezas que en ocasiones parecen más esbozos maqueteros que composiciones hechas y derechas, detrás de ese cantar entre legañoso y narcótico, se esconde en realidad un autor gigantesco que sabe cubrir todo el terreno que separa a su adorado Lou Reed del Springsteen menos animoso (ahí está, aportando un plus de oscuridad, la espectral versión que Vile firma de “Wages Of Sin”). Es en ese campo abierto donde el estadounidense se encuentra más a gusto y donde se permite cantarle a Neil Young, a su vecindario o a su estudio casero recién construido, ese OKV al que cita en “Palace Of OKV In Reverse”.
Y es que “(watch my moves)” es, en el sentido más literal de su expresión, un invitación a seguir sus movimientos; a ver cómo Vile se enfrenta al folio en blanco, cómo nacen y se ramifican canciones como “Jesus On A Wire” (junto a Cate Le Bon), o cómo sus textos acaban salpicados de observaciones autorreferenciales, de hilos sueltos a los que agarrarse entre estribillo y estribillo. “Solo estoy bromeando, solo estoy jugando”, relativiza en “Like Exploding Stones”, pellizco eléctrico que bien podría resumir el espíritu de un disco concebido de manera artesanal y doméstica, pero nacido para jugar en las grandes ligas de la canción de autor. Un disco que, bola extra, permite a Vile distanciarse aún más del radio de acción de su exsocio Adam Granduciel: mientras uno sigue la zanahoria de “Born In The U.S.A” (1984), el otro parece la mar de cómodo instalado en el desvío “Nebraska” (1982). La diferencia es que aquí, a pesar de todo, aún luce el sol. Y, claro, que la vida es divertida. ∎