Álbum

La Ludwig Band

Gràcies per venirThe Indian Runners-Ceràmiques Guzmán, 2023

Puede resultar paradójico, pero en el fondo es consecuente: justo cuando Manel han hecho mutis por el foro, La Ludwig Band publican su primera referencia compartida con el sello de los creadores de “Els millors professors europeus” (2008). Contradicción, anacronía, retruécano o simplemente algo mucho más sencillo que todo eso: el lógico relevo generacional de unos códigos que no se extinguen porque los avala su clasicismo y los legitima su propia transparencia, carente de ínfulas de modernidad, ansia de postureo o sintonía con ninguna modernidad. Quizá no necesiten nada de eso. Porque el sexteto encabezado por Quim Carandell –todos sus miembros rondan los 26 años– no solo asumió el influjo de los primeros Manel hasta empezar a cansarse de que se lo recordemos, sino que a punto estuvo de colocarle a este tercer álbum el título de “El disc del Bruce”. Sin nada que ocultar. Y es que la sombra del Springsteen de su fase imperial (de principios de los setenta a mitad de los ochenta) es flagrante en prácticamente la mitad de los cortes de “Gràcies per venir”, en abierta connivencia con reconocidos influjos que han marcado hasta ahora la incesante discografía del combo de Espolla (Girona) en el lustro que lleva en activo. A saber: Bob Dylan, Jaume Sisa y esa escuela folk que tantas conexiones guarda con Very Pomelo en general y Xarim Aresté en particular. Este disco podría perfectamente pasar por un hermano, quizá más joven, revoltoso, asambleario y expansivo, del “Ses entranyes” (2022) de Aresté.

Para La Ludwig Band, no hay canción sin una buena historia detrás. Ni trance que no pueda digerirse desde la aparente ligereza. A las penas, puñalás. Por eso, su pulso narrativo relativiza el desamor a golpe de technicolor brianwilsoniano (primero, esos coros soleados) y springsteeniano (después) en la exultante “El meu amor se n’ha anat de vancances” y en la serenidad folk de “El dia que et perdoni”, acrisolada en la calidez del Hammond. Quizá también por eso exorcizan algún fantasma en una “Contraban” que guiña algo más que un ojo al “Glory Days” del Boss (vaya, lo dije, y eso que no quería) y reserva protagonismo final para el saxo. Puro corazón de rock’n’roll. Incluso pueden llegar a emparentar por esa vía (o quizá solo sea pura ilusión o delirio de quien firma esto) con la versión mucho menos eléctrica de The Hold Steady, Marah o The Gaslight Anthem en el estribillo de “Has tornat a venir, Judes”. Su libro de estilo es tan cristalino que precisamente por eso se agradecen algunos desvíos: el del blues arrastrado, con su punto vodevilesco, de “A les portes del paradís”, la concisión pop de “Per allá Lesseps”, el irónico retrato de una estrella femenina (¿imaginada?) del pop catalán en la dylaniana “Guanyar” o el radiante alegato contra la precariedad que es “Manela, no vull currar per vostè”, con el aire despreocupado de los mejores Herman Düne. Así hasta llegar a “El gronxador”, pertinente cierre con su particular crescendo (ese trote, sí, tan de los primeros Manel) a un trabajo de tacto artesanal, costumbrista, sin pretensiones y honesto en la formulación de unas sensaciones y unos sentimientos universales sin trampa ni cartón, en conexión directa con una parroquia en crecimiento. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados