Disco destacado

Lina_ & Marco Mezquida

O fadoGalileo MC, 2025

Decía José Saramago que Portugal y España son dos hermanos siameses unidos por la espalda. A menudo incapaces de verse y reconocerse en el otro, los dos países parecen vivir ajenos a la vida al otro lado de la frontera, pero siempre acaban rozándose a tientas. La cantante portuguesa Lina Cardoso Rodrigues y el pianista menorquín Marco Mezquida también estaban destinados a cruzarse. Ella ya había recurrido asiduamente al talento del país vecino: Raül Refree produjo su primer álbum como Lina_ (tras dos discos más tentativos y ortodoxos como Carolina) y Rodrigo Cuevas, tan zalamero como de costumbre, cantó con ella “O que temo e o que desejo” en su segundo disco. Por su parte, Mezquida, que da clase en el Taller de Músics de Barcelona, había entablado durante años estrechas y fértiles relaciones creativas con Chicuelo y Sílvia Pérez Cruz y había tocado con iconos del jazz moderno como Lee Konitz y Dave Liebman.

Tanto Lina_ como Mezquida son colaboradores natos cuya personalidad artística se crece en contacto con el talento de los demás. Ambos parecen llevados por la misma voluntad de renovar la tradición, de conjugar una emoción ajena al tiempo y la distancia. Queda patente en la canción que abre y da nombre a “O fado”. Musicando un poema de Florbela Espanca que es todo un elogio de la derrota y la fatalidad que siempre han rondado al género portugués, Lina_ y Marco Mezquida desarman desde la primera nota. Sobre acordes apocados que aúnan la tristeza tabernera y etílica con una elegancia suprema, la voz de Lina_ se abre en el estribillo de esta “canção das violetas” haciendo que el piano se crezca a su alrededor para pararte el corazón como una unidad del TEDAX desactiva una bomba a contrarreloj.

El título de este cuarto álbum de Lina_ –tras su colaboración con Jules Maxwell en “Terra Mãe” (2025)– no da lugar a equívocos: igual que en los dos anteriores, el fado es su centro de gravedad. Lina_ se aleja del perímetro sonoro del fado ortodoxo, tan apegado a la guitarra portuguesa, para afrontar el género desde otras sonoridades y texturas. Si en “Lina_ Raül Refree” (2020) predominaban los sintetizadores y su zumbido humeante y “Fado Camões” (2024) se dejaba llevar por el contoneo de los ritmos digitales y los colores de las músicas africanas, “O fado”, cuyo armazón sonoro se asienta únicamente sobre el piano de cola de Mezquida, parece anclado en un pretexto más clásico. Podría dar la impresión de que esa decisión lastra el potencial renovador de este disco, pero nada más lejos de la realidad.

Es cierto que el registro del piano y su naturaleza acústica acercan el entramado instrumental de “O fado” a terrenos más convencionales en contraste con los acabados de “Lina_ Raül Refree” o “Fado Camões”. Pero el lenguaje musical de Mezquida, sustentado en el enfrentamiento entre los códigos del jazz, el flamenco, la música clásica y la improvisación, abre otros caminos para reposicionar el fado.

Directos al corazón. Foto: Mireia Miralles
Directos al corazón. Foto: Mireia Miralles

Otro de los puntos de fuga que proyecta “O fado” está en el propio repertorio del disco, cuya elección renuncia a una idea unitaria, al contrario que “Lina_ Raül Refree” –compuesto enteramente de fados que Amália Rodrigues hizo eternos en su voz– o “Fado Camões”, donde Lina_ musicó poemas de Luís de Camões con la ayuda de Amélia Muge. Si aquellos dos discos estaban anclados en dos pilares de la identidad portuguesa, perfilando ángulos desconocidos en torno a esos dos mitos, “O fado” se vale de un mosaico de historias y músicas a ambos lados de la frontera y del océano Atlántico que incide en vidas pequeñas y anónimas, atadas al campo, los mercados y los bares.

Es una selección plural que aúna el folclore de comarcas y regiones portuguesas como la Beira Baixa (la canción tradicional fronteriza “Senhora do Almortão”, que ruega a la virgen de una ermita cerca de Castelo Branco que no quiera ser castellana) o el Alentejo (“Ausência em valsa”, compuesta y popularizada por Vitorino) con los lazos al otro lado del Atlántico (“Alma”, de los brasileños Abel Silva y Sueli Costa; “El rosario de mi madre”, del peruano Mario Cavagnaro, conocida sobre todo en la versión inmensa de María Dolores Pradera).

Asimismo, hay imágenes recurrentes de esa Lisboa pendenciera y pesarosa que parece haber desaparecido para siempre: Lina_ vuelve a encarar fados que cantó Amália Rodrigues en “Algemas”, con demoledora letra de Álvaro Duarte Simões, y “Lisboa dos manjericos”. La cantante también recupera los versos de António Calém que Maria Teresa de Noronha adaptó en “Fado da defesa” en uno de los momentos más desgarradores de todo el álbum.

La lírica tersa y embriagadora de Marco Mezquida al piano da licencia a Lina_ para soltarse como no lo había hecho hasta ahora en otra letra en español, “No volveré”, una ranchera de Ernesto Cortázar y Manuel Esperón que entonaron Vicente Fernández, Chavela Vargas o Pedro Infante. Es en esa promesa desoladora de olvido que clama el estribillo, asolada por el despecho y la rabia, cuando la voz de Lina_ parece subir tan alto que podría perderse en el vacío como un satélite a punto de salirse de órbita. Pero ella logra replegarla en el momento justo para encauzarla sin escollo alguno. Esa voz es como la lumbre en una noche inhóspita de enero: es imposible apartarse de ella, dejar de sentirse abnegado al contemplarla. “O fado” la muestra en toda su magnitud, sin ambages ni cosmética. ∎

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