La estadounidense Eliza Bagg tiene un currículo extraordinario como soprano de música barroca y renacentista y clásica contemporánea: ha colaborado con personalidades de la talla de John Zorn, Nico Muhly, Meredith Monk o Michael Gordon y David Lang (dos de los compositores fundadores de Bang On A Can), además de ser una de las “Iphigenia” que protagonizan la ópera del mismo título de Esperanza Spalding y Wayne Shorter o formar parte de Roomful Of Teeth, el grupo vocal al que también pertenece Caroline Shaw. Por no hablar de sus proyectos personales…
Entre estos figura un grupo pop, Pavo Pavo, pero es en solitario, con el alias de Lisel, cuando su trabajo resulta más interesante. Y de sus tres álbumes hasta el momento –“Angels On The Slope” (2019), “Mycelial Echo” (2021) y “Patterns For Auto-Tuned Voices And Delay”–, es el último, precisamente, el que más atención concita. Es en él donde realiza un bellísimo estudio de las capacidades sonoras de la voz humana cuando se encuentra con la tecnología digital actual. Partiendo de técnicas vocales basadas en la música coral medieval –el hoquet de los siglos XIII y XIV– o el minimalismo estadounidense del siglo XX, modifica estas materias primas mediante tecnologías actuales, aquellas a las que alude en el título del disco: el Auto-Tune y el “delay” (retardo) de Ableton Live, formas de procesamiento vocal digital.
Lisel ya había empleado Auto-Tune en sus dos discos previos, pero no había alcanzado el grado de perfección conseguido ahora. “Angels On The Slope” y “Mycelial Echo” quedan como maquetas pop –curiosas, no interesantes ni, mucho menos, reseñables– de lo que ha alcanzado ahora, en el primer capítulo importante, quizá, de lo que pueda seguir desarrollando en el futuro.
Hay que decir que lo que Lisel consigue con Auto-Tune no tiene, afortunadamente, nada que ver con las naderías para las que se emplea habitualmente, desde la pionera Cher hasta Bizarrap o los traperos. En “Patterns For Auto-Tuned Voices And Delay”, al contrario, los ecos más que clásicos, renacentistas, de Hildegarda de Bingen, Thomas Tallis o Carlo Gesualdo se perciben claramente y se entiende la “superioridad” espiritual de la voz como instrumento de instrumentos o instrumento musical supremo, para lo que se inspira tanto en los experimentos vocales de Holly Herndon y Lyra Pramuk como en la propia Rosalía, de la que Bagg/Lisel dice que es la artista actual a la que más escucha. Aquí, el Auto-Tune, en vez de ser una soberana chorrada o un método chabacano para afinar voces desafinadas, es empleado con gusto para crear un ambiente único. No es solo porque la voz de Bagg/Lisel sea hermosa y esté entrenada para la excelencia, sino porque la cantante/compositora ha trabajado intensamente con los aparatos para llevarlos al terreno artístico, no al de la memez robotizada que gusta tanto a los Beavis y Butt-Head de la generación TikTok.
En el disco, Auto-Tune se emplea para ofrecer misterio, intriga y riqueza de matices, mientras que los retardos y las reverberaciones crean, en cambio, océanos de vasta épica, en los que la voz de Lisel se convierte tanto en la melodía principal como en los matices de fondo, siempre distintos, siempre exuberantes e, incluso, rítmicos, como en dos piezas consecutivas, “Immature” y “Blades Of Grass”, que representan un paréntesis en la línea general del álbum, que rezuma, en términos globales, tranquilidad. ∎