Si Los Yolos alguna vez se acercaron a la tangente de la nueva oscuridad, entre la recuperación de la new wave ochentera, el nuevo nuevo romanticismo –góticos cibernéticos y raveros–, The Cure, la coldwave y el post-punk, después de “Nos siguen por delante” podemos afirmar definitivamente que solo fue una ilusión, que realmente estos chavales del Raval de Barcelona siempre se miraron en espejos mucho más gamberros. Sí se mantienen en una órbita semejante, en un universo que comparte coordenadas con bandas más kinkis como Nerve Agent o La Élite o más sobrias como Mausoleo, entre la nostalgia musical y una simbología y actitudes muy contemporáneas. Y existe una coherencia temática entre todos ellos, anclados líricamente en un viejo “no futuro” que ya es más bien un exasperante “no presente” continuo, en la desconexión entre iguales del mundo moderno y cómo quizá estamos perdiendo lo genuino de nuestras relaciones, en la incomodidad con uno mismo, en la detonación de la idea de tiempo que sigue al capitalismo y, en resumen, en el agonizante fin del mundo. Pero su debut en largo, tras la casete “Grabaciones 17-19” (2021), convierte las guitarras pesadas y orondas del EP “Rock ciudad” (2021) en navajazos y torna la negrura en suciedad, alejándose hacia una interpretación muy personal, barriobajera y al mismo tiempo evocadora, de las distintas “movidas”.
Vienen a la cabeza, de hecho, Novedades Carminha, con su activista despendole, su ironía y su devoción espiritual por Mano Negra y Manu Chao. Y al mismo tiempo sobrevuelan toda la escucha, breve pero intensa, los ejercicios de funk en stop motion de Radio Futura y coletazos de mutant disco y de dance punk, consiguiendo un conjunto extraño, irresistiblemente bailable pero en cierto modo introspectivo, hipnótico y bizarro, circense desde su incómoda gravedad. Lo ejemplifica a la perfección “Cool World”, que retiene una histeria alucinada como heredada de Talking Heads o de The Clash y se mantiene en el límite del absurdo, abrazando el feísmo y el error. Es una actitud que también marca otros momentos del disco, como esa “Tratar de descansar” que hibrida el “Shadowplay” de Joy Division con el “Lobo hombre en París” de La Unión en una invitación a reconciliarse con uno mismo. O el arranque con “Dentro de ti”, que sirve para marcar todas las tónicas y que insiste en la frase “Cuando tú miras dentro de ti, reconoces tu fragilidad”. Pero sobre todo en esa “Estrella” en la que afirman “no creo en la perfección” mientras juegan al cabaret y a las variedades con Parálisis Permanente.
Completan el repertorio el arreón punk de “Todo o nada”, con su construcción ascendente, siniestra y ligeramente drogada, y la macarrada post-Devo que es “Pato”, con esos efectos de programa de televisión seudoinfantil de los noventa que se repiten –a su manera, ligeramente aderezada con un freestyle vocal– en “El poder del tiempo”. Una muestra más de que, más allá de influencias, modos y sonidos, el gran descubrimiento de Los Yolos está en reconocer las particularidades de su espacio mental y ser capaces de reproducirlas y volcarlas en su pajarería de Transilvania particular. Fuego camina conmigo. ∎