Con cuatro décadas a sus espaldas como abanderado de la ortodoxia lo-fi, así es como llega Lou Barlow a su nuevo LP en solitario, (nuevamente) reconvertido en crooner pop underground; pero, sobre todo, sembrado de inspiración. Y lo hace a través de una radiografía casera de su libro de estilo, constituida de composiciones rescatadas desde 1982 hasta la actualidad, con un núcleo de cortes mayormente surgidos en 2020. Precisamente, del 82 es el sample utilizado en “In My Arms”. En base a este mapa temporal de sus constantes creativas, “Reason To Live” avanza al compás de un corazón acústico, no exento de memorables miradas soft-rock, como la hermosa “Maumee”, artilugios juguetones de emoción desaforada como “Over You” y “How Do I Know”, y toda una serie de detalles escogidos con la sabiduría de quien es sabedor del truco que convierte una canción en ventana luminosa de la alcoba del subconsciente. Tal es el caso del emotivo teclado, casi imperceptible, que acolchona “Why I Can’t Wait”.
Tampoco debemos olvidar el eco de Sentridoh, que pulula en todo momento a lo largo de este ramillete de melodías robadas a las musas de la inspiración. Así sucede desde la gloriosa apertura, con “In My Arms”, la cual destila una suave brisa crepuscular fronteriza. Por su parte, en la titular del álbum Barlow cincela un estremecedor estribillo de aura espectral.
Cada una de las diecisiete canciones que estructuran “Reason To Live” cuentan con esa arruga mínima que subraya la distinción. Exultante estado de forma que, en el caso de Barlow, no sobresalía de forma tan imponente y lozana desde los tiempos de “Bakesale” (1994), pináculo de la carrera de Sebadoh, su banda por antonomasia.
Por momentos, el intimismo, cocinado a guitarra y voz, nos puede llegar a recordar a Elliott Smith, como en “Privatize”, donde incluso cuela una guitarra puntual de indudable toque a lo Robert Smith. En otra, como en “All You People Suck”, articula un canto mercurial country, perlado de acordes oníricos en la muerte del apasionado estribillo. Piel de gallina como modus vivendi para facturar uno de los álbumes más estremecedores que nos va a dar este año.
Otro de los baluartes con los que cuenta Barlow es una realidad ineludible: nunca antes había cantado con tal dulzura y serenidad. El poso de los años recorridos a lo largo de decenas de discos y giros concéntricos alrededor de su eje actitudinal lo han llevado finalmente a este peñón de calma y serenidad, desde el que destila los beneficios de la vida familiar, con los que impregna de sabiduría cada toque e inflexión.
Aunque la intensidad siempre está canalizada a través de la impronta acústica, también surgen ecos hardcore folk, como en “Thirsty”, y recuerdos al Gene Clark crepuscular, en “Lows And Highs”. En una muestra más elocuente del trote cowboy, Barlow se saca de la chistera la fogosa “Cold One”.
Qué más se puede decir de un trabajo que pone el broche final con una declaración de intenciones como “Act Of Faith”. Lo único, esperar que semejante resurrección creativa prenda la mecha de una mascletá aún mayor. ∎