Luis Prado te lo pone siempre muy difícil a la hora de evitar la hipérbole cuando acabas de escuchar alguno de sus discos. Trabajos que el cantante y multinstrumentista alicantino viene publicando de forma ininterrumpida al fiel abrigo de Hall Of Fame Records, primero como Señor Mostaza y solo desde el ya lejano 2003, entre los que destaca “Mis terrores favoritos” (2016) y sus hits emocionales –como el memorable “Estoy gordo”–, comentados también de forma regular en Rockdelux.
“El tsunami emocional” es el título de la nueva anidada de energéticas viñetas pradianas dispuestas a coger el vuelo una vez se arregle todo este lío en el que vivimos. Reflejo seguramente de un mundo revuelto y de la vida de un tipo normal, quizá el mismo Prado –esto solo es un decir–, con la necesidad de exhibir sus dudas y anhelos en canciones como “Vals del montón”, un poco al estilo de Jacques Brel en “Jacky”, donde su protagonista se confiesa menos cool que “Quique en Verano Azul”. Pero esta no es la única referencia generacional del álbum: PowerPoint, “Gran Hermano”, Ana Blanco o la anciana “Breaking Bad” asoman salpicadas a lo largo de sus doce adictivos capítulos.
Musicalmente, Prado emplea su inagotable arsenal técnico y cromático, enriquecido con mellotrones, sintetizadores, vocoders, pianos y pianolas –lo hace todo él solito, salvo las cuerdas de Manu Clavijo y algunos coros–, al servicio de un pop clásico que bebe a borbotones de los consabidos Beatles-Stones, pero también de Sagittarius, Chicory Tip, y por qué no, Brecht/Weill. Porque “El tsunami emocional” es un juego de cabaret-rock decantado en castellano, sutilmente político y elegantemente producido.
Tragicómico, inventor de términos descacharrantes –“encefalogramaplanismo”–, recolector de consonancias, Luis Prado confirma con su segundo álbum en solitario de canciones propias –excluimos la banda sonora publicada por el mismo sello en 2012, “El efecto K”– que el ripio no tiene por qué sonar siempre cursi, que el chapoteo en la finitud puede escaparse de la vulgaridad gracias al sentido del humor y que rebuscar en el ropero familiar de lo repertorial puede resultar en algo brillante y nuevo. ∎