Maddening Flames iluminó el cielo de nuestro pop independiente noventero con tanto brillo como fugacidad. Aquel Halley no congregó a muchos testigos al trazar su trayectoria, pero el registro de la misma –los álbumes “Wanderlust” (1994) y “Six Ways To Sunday” (1995), ambos publicados por el sello vizcaíno Radiation– se convirtió en cobijo recurrente cuando el día se ponía demasiado cuesta arriba.
La estela de su legado –poco más de veinte canciones compuestas con partículas elementales de jangle pop y nuevo rock americano, de la galaxia “Zuma” y la supernova “Murmur”– nunca llegó a desvanecerse, por mucho que en 1996 el cuarteto portuense –Muni Camón (voz y guitarra), Manolo González (guitarra), José María Millán “Borry” (batería) y Juanlu González (bajo)– cruzara en clamoroso silencio el horizonte de sucesos.
Poco antes de la implosión COVID, recurriendo a más de una excusa peregrina, Borry consiguió lo que hasta entonces había sido imposible. Reunió a los cuatro artífices de aquel cancionero impar –sus amigos, su familia– para enseñarles la película documental “A Friendly Fire” (2020; se puede ver en Filmin). La había hecho de tapadillo, espoleado por el alzhéimer que padecía su madre y convencido de que merecía la pena preservar la memoria del grupo aunque fuera a nivel doméstico.
Aquel rencuentro plenario –el primero en casi un cuarto de siglo– es lo que hoy nos ha traído aquí. Maddening Flames se fue reactivando poco a poco, armó un nuevo repertorio y lo grabó –a lo largo de los dos últimos años, sin prisas– en el estudio que Muni regenta junto al productor Paco Loco. La mayoría de los componentes del grupo mantuvieron su vínculo con la música tras la disolución del mismo –Borry y Juanlu en Driver 8, Juanlu en The Brass Buttons, Muni tocando en la banda de Bigott o interpretando las composiciones que Remate había compuesto para ella en “Somersaults” (2009)–, pero N-A-D-I-E esperaba este retorno.
Así las cosas, parece lógico que “Maddening Flames” convocara tantas prevenciones como anhelos. Las primeras se disipan de inmediato cuando pulsas play y Muni en glorioso primer plano vuelve a parar los relojes. “You seem to know it all / And yet you don’t know me”, canta la gaditana en “One More Day”, antes de que el motivo de piano y su propia voz se desvanezcan como queriendo hacerle un guiño a la increíble intrahistoria de la banda. Apenas han pasado diez segundos, pero está claro que todo lo que vendrá después va a merecer la pena. En cuanto a los anhelos, el tercer álbum de Maddening Flames los colma con creces. Canciones tan emocionantes como “Wending Home” y “I Don’t Want To Know You” demuestran que, pese a lo evidente de sus influjos, crearon su propio estándar. Por supuesto encontramos medios tiempos de corte clásico y tono agridulce como “A Different Kind Of Love” o características preciosuras riquísimas en detalles como “No Idea”. Pero son composiciones aventuradas como la mutante “White On White” –la voz de Muni se va adentrando en un nubarrón de feedback y luego se extravía entre inquietantes tintineos– o una pieza tan oxigenante como “Ten To Twelve” –indie rock de libro con cierto aire slacker– las que confirman que la antena creativa de los andaluces sigue bien orientada. Más allá del feliz regreso, hablamos de un grupo vivo, con la creatividad intacta y el espíritu exultante. ∎