Álbum

Manu Chao

Viva túRadio Bemba-Because, 2024

Regresa Manu Chao –que nunca se fue pero que bajó el nivel de su exposición mediática− con un disco que te apela, pero que a la vez reclama lo colectivo, la comunidad y un nosotros plural. Consigue transmitir buen rollo, paz, libertad y hermandad universal. Son trece canciones que tienen el acento en el oyente, en un de tú a tú que acerca. Canciones construidas con su sonido genuino, pero también en la fusión, con sonidos que se combinan, que se mezclan. Canciones que hablan del devenir de los tiempos siempre aderezado con su mirada crítica. Y lo hace casi con la misma profusión de estilos, lenguas (español, francés, inglés y portugués), que en “Clandestino” (1998), “Próxima estación… esperanza” (2001) y “La Radiolina” (2007).

Arranca el disco con “Vecinos en el mar”  –guitarras de Lucky Salvadori, presente en varios temas– que es un alegato de rumba pop con un sentimiento de complicidad universal. Prosigue con la balada “La couleur du temps”, “una historia de locos” (en francés) que transmite ilusión, esperanza, y aporta ternura al argumento. Ambas canciones, adornadas con los efectos electrónicos tan suyos. “River Why” apuesta por su tono desenfadado, hablando de la deriva, del puente al que nos hemos subido por encima del río Porqué; suena muy a “King Of Bongo” (1991) de nuestros queridos Mano Negra. Continua con el single “Viva tú”, del que ya hablamos aquí, porque fue canción del día.

Un punto y aparte merece el blues “Heaven’s Bad Day”, donde cuenta con la colaboración estelar de Willie Nelson (y acordeón y armónica a cargo de Joan Garriga), y que nos traslada a una fiesta desenfadada en un Memphis imaginario, con diablo y cielo incluido. O también la lograda “Tú te vas”, con la colaboración de la parisina Laeti (Laetitia Kerfi) en una balada de amor rumbera con un filo urbano.

“Coraçao no mar” nos desvela con hermosura la magia de la samba y del portugués. Las cosas transitan por “Cuatro calles”, con aires de bolero, y la fragilidad de la vida, pero siempre emocionante. “La colilla” es pura fiesta sin complejos, palmas incluidas.

“São Paulo Motoboy” es una aproximación a los héroes de la velocidad de las urbes, con su toque de balada latina. “Tom et Lola” –Garriga, de nuevo, pulsando el acordeón– es una historia entrañable de cine de barrio, en clave de nueva chanson française. “Lonely Night” sirve de preámbulo melódico perfecto de este fin del viaje por su universo particular.

Chao demuestra que sigue arraigado a su estilo libre, donde cabe pop, reggae, rumba, samba, flamenquito y música urbana, entre otros géneros. El resultado es un cóctel de buenas sensaciones donde cabe la nostalgia, la esperanza y la música como punto de encuentro. La música con sentimientos e historias cercanas. No contiene toda la energía adrenalínica de Mano Negra, esos mundos tan sorprendentes, esos contrastes tan logrados. Pero sí atesora esencias que han venido al mundo para sonar. Manu Chao sabe que su música conecta con la resistencia, con la revolución de las pequeñas cosas. Que sus sonidos alegran la vida. Un disco que, diecisiete años después de “La Radiolina”, nos devuelve al Manu Chao de siempre, con su manera abierta de entender la música. Y que sirve de revulsivo frente a las tragedias, como chute de energía vital.

Este alegato musical culmina con “Tantas tierras”, que se convierte en su particular himno a la incertidumbre, al desconcierto actual: un cruce entre “No Woman No Cry” y “Redemption Song”. Una voz femenina (Carina Díaz Moreno de la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Famatina, Argentina) cierra el disco con el verso “No estamos solos / Agua que mata la muerte / no se compra con nada”. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados