De ser anunciada como la única artista country del sello de Jack White (Third Man Records), Margo Price ha pasado a ser cualquier cosa salvo únicamente country, cambio iniciado seriamente en aquel “That’s How Rumors Get Started” (2020) con trazas de rock clásico, new wave y góspel, e intensificado en este “Strays” de inclinaciones medio psicodélicas.
Como cuando Kacey Musgraves se decidió a grabar una versión de “Gracias a la vida” (Violeta Parra), fue todo, o casi todo, gracias a la psilobicina. “Escuchamos muchas cosas diferentes mientras estábamos colocados con hongos”, explicaba sobre la preparación para este disco en entrevista en ‘Vulture’ con Justin Curto. Según explicó a la NPR, esos hongos la ayudaron a dejar atrás sus problemas de adicción y depresión. De esos pozos va “Hell In The Heartland”, de lo muy bajo que llegó a caer por el alcoholismo. Otro momento de oscuridad inédita es la gótica “County Road”, sobre un amigo batería, Ben Eyestone, fallecido antes de tiempo: “Nadie tiene suerte y nadie se salva / Y nadie sabe realmente / Por qué tuviste que ser tú quien se fuera así / en County Road”.
Pero “Strays” es antes un disco de revelación (del potencial de uno mismo) y revolución antes que de depresión. Price lo dejó bien claro ya con el curioso primer avance, la blues-rock “Been To The Mountain”, en la que regresa con su marido y guitarrista Jeremy Ivey a los tiempos de canción protesta de Secret Handshake y se marca un himno anticapitalista con exaltaciones vocales en la onda de Janis Joplin. Otra canción especialmente política es “Lydia”, en la que se sirve de la visita del personaje titular a una clínica de aborto para recordar el derecho de las mujeres a la autonomía sobre sus propios cuerpos. Aunque suene urgente, o muy pertinente, en realidad la compuso antes de que el Tribunal Supremo de Estados Unidos anulara el caso Roe contra Wade.
Price sigue cómoda componiendo con Ivey, pero aquí se deja, a veces, ayudar por invitados de lujo como Sharon Van Etten (en la pegadiza “Radio”, que merece sonar en la ídem) o Lawrence Rothman (“Hell In The Heartland”, con unas preciosas castañuelas). El equipo incluye además, a nivel estrictamente instrumental, y como ya empieza a ser tradición, a un miembro de los Heartbreakers: si en el anterior álbum participó el pianista Benmont Tench, aquí el guitarrista Mike Campbell ayuda a llevar “Light Me Up” de la ternura acústica a un orgasmo eléctrico; de eso habla el tema, de placer, del placer femenino para ser precisos. Por otro lado, Lucius prestan sus coros a una “Anytime You Call” con toques honky-tonk y trazos melódicos que pueden hacer pensar en Aimee Mann.
Para el final queda la más amorosa que sexual “Landfill”, cuyo “only love can tear you apart” es referencia, al parecer, solo inconsciente a Joy Division. “Love” es la última palabra del tema y del disco y se usa con intención más reparadora que desgarradora. De nuevo hablando de drogas, Price ha comparado el corte final con el éxtasis: “Un baño de compasión”. ∎