Separada artísticamente de Marcel Bagés desde hace un par de años, Maria Arnal ha ido dejando a partir de entonces un corto camino de colaboraciones con gente como John Talabot, Alizzz o DORA (e, incluso, con Pablo Albuerne, el “Gipsy Chef”), al tiempo que comenzaba a trabajar en su primer disco en solitario, en el que experimentará con la IA, o lanzaba “La virgen roja”, canción incluida en la película homónima de Paula Ortiz, por la que Arnal figura como candidata al Goya a la mejor canción original. Ahora, no obstante, ya tenemos algo más que escuchar: toda una banda sonora, la de “Polvo serán”, su segunda colaboración con el director de cine Carlos Marqués-Marcet, con el que ya había trabajado en 2019 en la de “Los días que vendrán”.
El éxito de la nueva película –protagonizada por Ángela Molina y estrenada en el Festival Internacional de Cine de Toronto, donde ganó el premio del jurado a la mejor película– ha propiciado el lanzamiento de un breve disco, de poco más de 18 minutos, del que se ha publicado una edición limitada de 300 copias en vinilo, además de la consabida aparición en plataformas digitales, que cuenta, curiosamente, con piezas que no salen en la película, entre materiales descartados y temas cantados por la propia Arnal. Dado que la película se concibió como una especie de drama musical en torno a la muerte –como “All That Jazz. Empieza el espectáculo” (1979), de Bob Fosse, aunque también guarda similitudes con “Bailar en la oscuridad” (2000), de Lars von Triar– y que su duración es de 106 minutos, está claro que lo que se nos ofrece como “disco” es una reducidísima porción del material compuesto por Arnal para el filme, en el que aparecen coreografías a cargo de nuestra mejor compañía actual de danza, La Veronal. Y la brevedad del disco no es que se agradezca, pero sí es cierto que, al contrario de lo que suele suceder en muchas bandas sonoras, que están llenas de leitmotivs y momentos puramente incidentales –que, normalmente, no dicen nada, musicalmente hablando–, lo que aquí se escucha es todo imprescindible y bellísimo: esencia destilada del depurado estilo “Maria Arnal”, la cabeza de león del fabuloso grupo (que no generación) de compositoras catalanas del momento, junto con Raquel García Tomás, Marina Herlop y las Tarta Relena.
Fruto, sin embargo, de su dimensión cinematográfica, los 18 minutos de música lo conforman 13 piezas (de los 18 segundos de percusión del tema titulado “Suiza” a los casi tres minutos de las piezas cantadas “Negro infinito” y “Jardín”, en los que se escuchan las voces, respectivamente, de las actrices Ángela Molina y Mònica Almirall). En todas estas composiciones nos encontramos con esa especie de marca de fábrica de Arnal: ecos de canción popular pretérita y efectos de futurismo informático a la manera de su amiga, la estadounidense Holly Herndon (más volcada esta en lo experimental; más volcada Arnal en la musicalidad de fusión entre pasado y presente). La paleta sonora, como lo ha explicado Arnal en su Instagram, busca “un sonido ritual, que no subrayara emociones concretas a través de la música, sino que fuera complejo, directo y contemporáneo, singular como la película misma” mediante elementos escuetos: ritmo (percusiones a cargo de Pere Olivé), voces y sonidos de ambientes que configuran melodías extraordinariamente melancólicas, con un sonido aún más introspectivo del que nos dio a conocer cuando trabajaba con Marcel Bagés. ∎