Álbum

Marineros

Al calor de un sol que acaba de morirBarquito, 2023

Cer y Soledad Puentes sorprendieron en 2015 con O Marineros”, primer disco de madurez sorprendente, casi imposible. No había paso en falso, solo un acorde perfecto detrás de otro. Esa colección de canciones era resultado claro de un concienzudo proceso de vaciado y no una concatenación de caprichos. Su minimalismo podía remitir a los primeros The xx, pero Marineros tenían una luz propia, más clara, e insistían aún más en buscar la intemporalidad.

La continuación de los chilenos se ha hecho esperar. Este cronista lo tuvo en sus oídos el año pasado, pero no podía escribir sobre él hasta que saliera oficialmente. Según indican los créditos, se grabó en la primavera de 2020 y fue producido (por Soledad con el habitual Cristián Heyne) durante el invierno de ese mismo fatídico año de soledades, pero no se ha estrenado hasta otoño de 2023.

No se ha quedado viejo ni nada así, en realidad: lejos de modas claras, Cer (magnéticas voces) y Soledad (teclados, beats, samplers, guitarras, bajo y voces) siguen en lo suyo, ajenas al ruido de los tiempos y adeptas de un romanticismo casi anacrónico. Si hay un cambio respecto a “O Marineros”, no es tanto el añadido de unos ritmos coyunturales sino una austeridad general todavía mayor.

De la inicial “Amarte así” sorprenden sus aromas de rock alternativo noventero, sobre todo esa guitarra zumbante que cierra el primer estribillo. Poco antes del segundo llegan otras más suaves y reverberantes, levemente My Bloody Valentine, que enganchan sobremanera e invitan a poner el tema en bucle. Tras desencallar, es la hora de mecerse en “Salvaje y tierno”, balada con preciosos arreglos de piano eléctrico (de Begoña Ortúzar) que no desentonarían en el último disco de Laura Groves.

Todavía mejor que ambos temas es A toda velocidad”, maravilloso single que debió dominar ondas y plataformas en 2022. Qué melodía tan perfecta, qué sutil emoción vocal. Con qué suavidad entra la batería acústica de Maximiliano Valdés. Y qué interesante letra, en la que la segunda estrofa funciona como reverso triste de la primera: el ser querido pasa de besar un lunar a preferir mirarse en el espejo.

El groove también está presente en “Ataque y protección”, basada en percusiones post-trip hop bastante Massive Attack. ¿Podría ese título ir un poco por ellos y “Protection” (1994)? También hay ciertos rastros de Bristol en “Fuego”, con voces de Cer semirapeadas. De nuevo, amor y deseo (muy) por encima de todas las cosas: “Electricidad cuando me miras”.

Entre los agradecimientos del disco encontramos “el misterio del amor, de la vida y de la muerte”. A todo ello cantan Marineros con palabras tan sencillas como resonantes. Un (no tan extraño) triángulo amoroso es el argumento de “Loco”, bajo la aparente inspiración de Juan Gabriel, aunque sin su dramatismo desaforado. Y la separación de una pareja (quizá forzada por la pandemia) se deja entrever en la solitaria pero plácida “Café Melancolía”: Me levanto en la mañana / Todo lo que tengo es tiempo”. A altura de la final “Rosas”, dejan claras sus prioridades en esta vida: “Yo quiero un amor / Que sea como el mar / Profundo e inmenso”. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados