Nacido en 1966, el minimalista alemán Max Richter empezó a componer para cine en 2003 y ya tiene en su haber casi un centenar de películas y series, incluyendo títulos como “Vals con Bashir” (Ari Foldman, 2008), “Los últimos días en Marte” (Ruairi Robinson, 2013), “El congreso” (Ari Foldman, 2013), “La llegada” (Denis Villeneuve, 2016; solo un par de temas), “The Leftovers” (Damon Lindelof y Tom Perrotta, 2014-2017), “Ad Astra” (James Gray, 2019) y “La amiga estupenda” (Saverio Costanzo, 2018-2022).
Carrera bastante meteórica en la que dominan los géneros fantástico y de ciencia ficción, y que tiene su último jalón en “El astronauta” (2024), película de Netflix presentada en el último festival de Berlín sobre las derivas matrimoniales de un astronauta, realizada por Johan Renk y protagonizada por Adam Sandler, Carey Mulligan, Lena Olin, Isabella Rossellini y la voz de Paul Dano. Las críticas la han fulminado. La música de Richter emerge como uno de los pocos asideros firmes de un filme balbuciente. Es puro ambient cinético, pero la variedad estilística de Richter lo ha llevado a musicar obras de Franz Kafka y el poeta polaco Czeslaw Milosz recitadas por Tilda Swinton en “The Blue Notebooks” (2004), y textos de Haruki Murakami leídos por Robert Wyatt en “Songs From Before” (2006). Minimalismo y spoken word arty con todas sus consecuencias.
Escuchando cualquiera de los cortes con sintetizadores y cuerdas de “Spaceman”, uno se imagina en cualquier momento la entrada de una voz narradora densa, profunda, que nos sitúe en la historia de este astronauta checo perdido en una nube de polvo y partículas llamada Chopra, olvidado por su esposa y que entra en contacto con una especie de insecto con poderes telepáticos (que habla con la voz de Paul Dano). Los temas son muy expresivos. Cuando no proporcionan el colchón sonoro característico para imágenes capturadas en el cosmos, ofrecen el proceso de imitación de sonidos espaciales que nos sitúan dentro y fuera de la mente del protagonista. De modo que la columna sonora va de una cierta distensión a una cierta inquietud, caso del fragmento titulado “Interference?”, que muy bien podría integrarse en algún momento del viaje más allá de Júpiter de “2001: Una odisea del espacio” (Stanley Kubrick, 1968) –también el relato de “El astronauta” ocurre más allá de este planeta– o de la aventura por el espacio-tiempo de “Interstellar” (Christopher Nolan, 2014). El trabajo de Richter no es subversivo, tampoco acomodaticio: la música del cine de ciencia ficción, y en concreto de los relatos espaciales, tiene sus códigos, y el autor los respeta.
Hay muchas fases que podríamos definir como planeadoras, de “Dorming” a “The Listening Cosmos” –la segunda, muy bella, mezcla a su manera a Popol Vuh con Angelo Badalamenti–, ideales para imaginar al astronauta sumido en sus cavilaciones emocionales mientras por las ventanas de la nave presenciamos en toda su magnitud la grandeza del espacio inconquistable o lo vemos andar solitariamente en los paisajes físicos o mentales que su extraña aventura proporciona escudriñando en sus recuerdos cercenados. Por eso resulta un score tan expresivo: dibuja imágenes cinematográficas antes de que podamos visionarlas. No es nada novedoso, tampoco especialmente original, pero cumple con lo requerido. Escucharla es una cosa y, verla adherida a la película, otra bien distinta. “It’s 99.999% Effective!” tensa el itinerario del personaje, pero la siguiente “Memory Of Voyager” la distiende. “Lenka Lament”, el tema que hace referencia a la esposa del astronauta, es muy emocionante en su sencillez, pero también hay espacio para música de tensa e inquietante espera, como “Distance And Time”.
El disco se cierra con “Don’t Go Away”, compuesta y ejecutada a medias por Richter y Sparks, quienes siguen queriendo demostrar que el cine se ha equivocado no teniéndolos más en cuenta. Como ocurría en otro filme de ciencia ficción reciente, “High Life” (Claire Denis, 2019), con música a cargo de Stuart Staples y cierre final con “Willow”, tema interpretado por Tindersticks en pleno, la canción con los hermanos Mael clausura con ingravidez pop, piano eléctrico, sintetizador analógico y violines la banda sonora y la película. El efecto es parecido al de “Willow” en “High Life”. ∎