Álbum

Miquel Serra

ConsolacionsFoehn, 2025

La productividad de Miquel Serra no se atiene a cálculos ni corsés. No se rige por ninguna regla de mercado. Siente, piensa, compone, graba, publica. Tiene plena confianza en Foehn y Foehn la tiene en él: es la casa que ha puesto en circulación toda su obra. Este es su decimoprimer trabajo desde 2012. La única constante es, quizá, la renuencia a repetirse. Prácticamente cada nuevo paso nace por oposición al anterior. Una tesis por antítesis. Al menos en parte. Este “Consolacions” no tiene nada de la psicodelia poliédrica de discos como L’elegància dorm” (2019), tampoco del pop exultante de Una casa és pànic” (2022) ni del tono crepuscular de Las Hayas Arce” (2023). Si hubiera que equipararlo por textura con un trabajo previo, sería con el folk acústico de aquel sentidísimo Cançons de Joan Serra” (2021) que dedicó a la memoria de su hermano. Se bastan con la grabación analógica de cuatro pistas de Jorra Santiago (Jorra i Gomorra), que ellos justifican comparándola con cierta guasa con el “Nebraska” (1982) de Springsteen, la mezcla y el mastering de Pep Toni Ferrer (Oliva Trencada) y a correr. No se me ocurren mejores compañeros de viaje sin salir de la isla. El ibicenco residente en Manacor sigue siendo un punto y aparte en el ámbito de la música popular –no me atrevo a llamarlo pop– estatal. Simplificando mucho, algo así como el reverso intimista y lo-fi del universo alucinado y alucinante de Antònia Font.

Serra retiene la virtud de lograr que hasta la confesión más aparentemente accesoria suene trascendente. Desde la sencillez, la naturalidad. Por mucha desnudez instrumental que luzca, nunca amodorra al oyente. Su economía de medios no se traduce en monocromía. En “Els borratxos de na Camel·la” se marca una especie de habanera con coros beodos (las voces de Simó, Julià, Roger y Carles: todo queda en casa) que recuerdan al Matt Elliott de “Drinking Songs” (2019). Huele a salitre y a esa necesidad de beber para olvidar. Porque la memoria, la nostalgia y la pérdida de seres queridos son de nuevo las temáticas. La muerte está muy presente en “El dit” y “Auspici”, marcadas por el xerroc, el serrucho que es como una hoja de acero fijada a un mango de madera que se toca con un arco de violín o golpeando con una baqueta. También en “Amfibis”, más metafórica: conforme el minutaje avanza, los textos van haciéndose ligeramente más indescifrables, como ocurre también en “Reines del món”, significada por murmullos de banda sonora de far west.

En realidad, el músico balear tampoco necesita ser demasiado explícito, porque este disco es el correlato sonoro de su tercer libro, titulado con el mismo nombre, “Consolacions” (Nova Editorial Moll, 2025). No lo he leído, pero diría que funciona de forma autónoma. Mis favoritas son “El penùltim sospir” y “Un dia mos farem mal”, cortes en los que su realismo mágico brilla con singular filo, consciente de la mochila que acumulamos con el paso de los años, los extravíos personales y el parpadeante recuerdo de una juventud que no volverá. Así contado, puede sonar de lo más lúgubre, pero la nostalgia que emite el temario de Miquel Serra siempre la encuentro más cauterizadora que desgarradora. Justifica la inmersión. ∎

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