Antes de cumplir los 20 años,
Mitski Miyawaki ya había vivido en más de una docena de países. De Norteamérica siempre se había construido una imagen que rodó por los suelos en cuanto su familia acabó allí establecida. Hoy dice que si encontrase un lugar donde se sintiese pertenecer tendría una crisis de identidad.
Haciendo un sensato uso de la alienación que ha gobernado sus 26 años, Mitski da vida a unas canciones que lidian con la extrañeza de los lugares ajenos y con el peso de ser cada día un poco menos joven que el anterior. Ir a trabajar, sentirse sola, sufrir ansiedad, querer más dinero y más tiempo y un compañero que nunca acaba de aparecer son algunas de las muchas cosas que pasan dentro de este irónicamente titulado
“Puberty 2”, un álbum en el que la sátira posadolescente que dominaba
“Bury Me At Make Out Creek” (2014) se pega un tiro en la cabeza.
Mitski busca desesperadamente una salida para esa asquerosa sensación de no querer existir, pero de no querer morir tampoco. Indaga con barrena en todos los recovecos de su cabeza y acaba, resignada, mandando a la mierda a la felicidad.
“I’m not happy or sad. Just up or down and always bad”, canta en
“Thursday Girl”. En
“Happy” recibe con una taza de té a un visitante que acabará abandonándola sin despedirse tras usarla sexualmente.
“Fireworks”, su cumbre misantrópica, nos la presenta pidiéndole matrimonio al silencio.
Los buenos apuntes tomados de la profesora St. Vincent y las chuletas que le pasan aventajadas alumnas como Katie Crutchfield o Angel Olsen ayudan a Mitski a licenciar un universo musical que subvierte los clichés del rock moderno. A base de fuertes contrastes, la producción de Patrick Hyland enlaza punk hipertrofiado (
“My Body’s Made Of Crushed Little Stars”), folk brumoso (
“A Burning Hill”), arrugas minimalistas y retorcidos mecanismos art pop. Es una suerte de indie atribulado que encaja el emo de Weezer con el hechizo de Beth Gibbons o las hábiles dinámicas de The Breeders. Treinta minutos absolutamente reveladores. ∎