Álbum

Moby

RepriseDeutsche Grammophon-Universal, 2021

De Moby no vamos a descubrir nada a estas alturas, lo normal era tenerle manía. Y no un poco, precisamente. Para toda una generación, el neoyorquino fue el equivalente a Pink Floyd en los setenta: o lo adorabas o te entraban unas ganas locas de clavarte una estaca en el tímpano cada vez que aparecía por ahí el estribillo liofilizado de “Natural Blues”.  Cómo olvidar, por ejemplo, aquella noche aciaga en la que el propio Richard Melville Hall tecleó en su buscador de internet las palabras “Moby” y “Sucks” y la pantalla le devolvió más de 20 millones de entradas –¡20 millones!– dedicadas al noble arte de odiar con saña y furia ciega al autor de “Go”.  Sí, a él.  Así que cuando se supo que el bisnieto del autor de “Moby Dick” preparaba nada menos que un disco con orquesta, el ruido de sables y cuchillos camino del afilador empezó a ser de nuevo atronador.  

Otra cosa es que Moby sea para tanto (spoiler: no lo es, ni para bien ni para mal) y que este “Reprise” que llega bajo el paraguas de Deutsche Grammophon acabe siendo  la abominación que muchos esperarían. En realidad, todo es mucho más sencillo y a ratos incluso sorprendente, ya que lo que aquí propone es una contenida y esquelética revisión de sus grandes éxitos. Lo acompañan invitados ilustres como Mark Lanegan, Kriss Kristofferson, Jim James, Gregory Porter y, claro, la Budapest Art Orchestra, pero no hay épica ni ampulosidad.  Cero pompa para un músico al que las cosas se le acostumbraban a ir de las manos con asombrosa facilidad. 

En este caso, el norteamericano se ha autorrecetado una dieta de minimalismo frugal que no le sienta del todo mal a canciones comoExtreme Ways”, “Go” o “Lift Me Up”, despojadas todas de su pellejos electrónicos y reinventadas en clave digamos que contemplativa. Un rápido vistazo a los originales confirma que, en general, el repertorio de Moby ha envejecido entre regular y mal, por lo que rescatar grandes éxitos del desguace electrónico y fabricarles una nueva coraza no parece una idea tan descabellada. La experiencia incluso depara momentos gratificantes, como la evocadora y gélida “God Moving Over The Face Of The Waters”, con piano del islandés Víkingur Ólafsson, o una “Almost Home” de perfiles góticos y cuerdas sobrecogidas. También se atreve con una versión del “Heroes” de Bowie que no aporta demasiado al conjunto y que viene a confirmar que, a pesar de todo, no será este el disco que reconcilie a Moby con sus detractores. La buena noticia es que probablemente tampoco le genere nuevos desamores. ∎

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