Álbum

Nad Spiro

Limbo ChannelRose Hill, 2025
Rosa Arruti aka Nad Spiro es posiblemente una de las artistas más relevantes de la historia de la música experimental en este país y, sin embargo, una de las menos reconocidas (incluso desde la escasa cobertura mediática que históricamente se ha dado aquí al arte sonoro). No es mi propósito ni el contexto más apropiado narrar en detalle las extraordinarias y audaces obras que pueblan su carrera, pero sí reivindicar su figura y establecer que una obra del calibre de “Limbo Channel” solo puede hacerse realidad desde la sabiduría acumulada durante muchos años de creación y, sobre todo, de escucha atenta.

Es precisamente esa idea de escucha curiosa, exploradora y abierta a la sorpresa la que Rosa me relataba en una entrevista la que inmediatamente me ha venido a la mente de nuevo: “Vivía pegada a la radio… Además de los canales habituales, me encantaba buscar sonidos raros en el dial medio sepultados en una densa capa de ruido estático”. Nada podría describir con más exactitud la fascinación que me ha embargado desde el instante que ha empezado a sonar este disco, y me he dejado guiar por ecos de voces lejanas en la densa niebla de sus texturas.

“Limbo Channel” es fruto de una residencia en los estudios del Rose Hill de Brighton, destilado en pequeñas oleadas de sonidos electrónicos analógicos y ululantes elaborados en compañía de una serie de colaboradores bautizados para la ocasión como las Limbo Stars (Adam Bushell, Atsuko Kamura y Kassia Zemo, Mark Pilkington). Un éter que parece captar señales de radio, cacofonías que vienen y van y a menudo nos hacen preguntarnos si están en el propio disco o nos llegan de otro lugar, si son fruto de nuestra propia imaginación o de un ser invocado por el campo electromagnético.

Es inevitable pensar en ese limbo al que alude el título, ese no-lugar lleno de incertidumbre en el que permanecen y viven las decisiones eternamente pospuestas y las esperas interminables, ese espacio que se esconde tras las cortinas rojas en los sueños del Agente Cooper o de la interminable oscuridad del pasillo del apartamento de “Carretera perdida”. Yo, pegado a mis auriculares, he creído flotar y sumergirme en un océano oscuro, escuchar sonidos de sirenas de faros lejanos o cantos de ballenas y en un momento he imaginado los aullidos guitarreros de la banda sonora de Neil Young para “Dead Man” (1996) grabados y regrabados cientos de veces en casetes hasta disolverse en ondulaciones de ruido estático captadas desde un viejo transistor. Desde los tonos más lúgubres y claustrofóbicos del inicio, “Limbo Channel” se abre poco a poco a una rítmica hipnótica, que me recuerda a Carter Tutti Void y a una cierta luz, a unas formas igualmente sinuosas, pero más brillantes y definidas. Quizá hemos cruzado ya al otro lado del pasillo y de las cortinas, ha llegado nuestro avión y dejamos el limbo. O quizá es todo lo contrario, hemos caído en su hechizo para siempre y nos sentimos por fin en casa. ∎

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