A veces no sé hasta qué punto podemos hablar del “efecto ‘El Madrileño’” en la escena urbana porque en el fondo el propio movimiento de
“El Madrileño” (2021) no venía sino a confirmar o cristalizar el influjo de lo folclórico y lo popular en las músicas urbanas, y porque realmente no ha habido tal: C. Tangana decidió convertirse en verso libre y jugar con la muerte (todavía hoy sin atisbo de resurrección) de su propio personaje. Pero si ese “efecto ‘El Madrileño’” existiera, evidentemente la nueva
Nathy Peluso sería una consecuencia. Es cierto que los equipos de ambos artistas comparten muchos eslabones, y por ejemplo Rafa Arcaute fue pieza clave tanto en “El Madrileño” como en
“Calambre” (2020), pero no había en este (más allá de “Puro veneno”) una fijación tal por la tradición musical latinoamericana que, después, hacia el verano de 2021 (y después de “El Madrileño”), sí empezó a revelarse en la carrera de la argentina criada en Torrevieja y afincada en Barcelona.
Primero fue “Mafiosa”, una salsa urbana que ya avanzaba esta nueva forma de empoderamiento desde el gangsterismo, llevando un poquito más allá la agresividad provocativa en la que siempre se ha refugiado Peluso, y luego la bachata “Ateo”, junto al propio C. Tangana. La conexión entre los grandes sones latinos y el mundo urbano caló tanto en la argentina que todo su tour en apoyo de “Calambre”, retrasado por la pandemia hasta 2022, terminó adoptando esa forma entre las grandes bandas de merengue y latin funk (versión de “Vivir así es morir de amor” de Camilo Sesto incluida, en clave Luis Miguel) y la diva rapera, aderezado con esos momentos tranceros,
club oriented, más muscularmente electrónicos que acompañaron al éxito de su brutal sesión con Bizarrap o a una salida de guion como fue “Emergencia”.
Su nuevo álbum,
“GRASA”, continúa el discurso exactamente ahí, donde lo dejó encima del escenario, viene con la asistencia a la composición y producción de Pablo Drexler (pablopablo, también detrás de “El Madrileño”) y, sin recurrir a ninguno de los sencillos que sirvieron para apuntalar sin que lo supiéramos esta “nueva” etapa (con la que realmente lleva coqueteando ya tiempo, pero que quizá hoy abraza con totalidad), ahonda en ese equilibrio entre el clásico latino (
“LA PRESA”, una salsa dura con El Combo de Puerto Rico), un rap agresivo y de pulsión electrónica (
“MANHATTAN”, junto a Duki) y el R&B ampuloso y curvilíneo que ya veíamos en “Calambre”, y que sirve aquí tanto para arrimarse al dancehall (
“REAL”) o declarar su amor por su madre (
“MAMÁ”) como para afirmarse como estrella del pop dosmilero (
“IDEAS RADICALES” o
“LEGENDARIO”, en el que el Auto-Tune de Peluso recuerda al de la primera Rihanna y sus característicos
“e-eh / o-oh”).
No es lo único que hay, en cualquier caso, y Nathy se reserva algunos trucos y algunas sorpresas para terminar de darle entidad a un disco ambicioso que se abre con la frase
“Esta ambición me está matando” en un bolero,
“CORLEONE”, que parafrasea en todo momento “Un veneno” de Tangana, y que sintetiza todas las paradojas que escuchará uno durante los siguientes tres cuartos de hora. ¿De verdad la autora de “Todo roto”, pura siniestra agresividad con un puntito experimental, pero sobre todo pura Nathy Peluso, con
“el corashe arriba de la mesa” y una personalidad fuerte que no se amilana bordeando a veces el
cringe, tiene la necesidad de performar la versión femenina de Tangana y de darle el protagonismo en el interludio central? ¿De verdad una artista que puede agarrar por el cuello un funk carioca y ponérselo de corbata (en
“MENINA”, una fantasía de percusiones, metales, bocinas y gritillos con la interesantísima promesa gallega Lua de Santana) y soltar barrotes como
“a donde miro, toda esa gente le gusta cocaína / No hay un Velázquez en toda esta fiesta que pinte a esta menina” tiene que tirar de samplear pasos procesionales en
“APRENDER A AMAR” para ganar en dramatismo?
Pese a ello, y a un último tercio más irregular, “GRASA” no deja de presentar un gran nivel, especialmente en la producción, y en él Peluso sigue poniéndose al límite y forzándose a probar cosas nuevas, ya sean géneros, como esa baladilla nostálgica que es
“EL DÍA QUE PERDÍ MI JUVENTUD” (con la guitarra y la producción de Dev Hynes aka Blood Orange), ya sean timbres y registros vocales: en
“ESCALERAS DE METAL” tira un poco del bolero oscuro de Luis Miguel y lo actualiza entre exagerados Auto-Tunes con un punto teatral y lírico, y algo parecido hace
“ENVIDIA” con el bolero ranchero, esta vez apostando por una profundidad más declamatoria. Al final se trata de eso: de demostrar que sigues siendo capaz de evolucionar y de proponer mientras confirmas a base de guiños propios y
mythbuilding un estatus desde el que dar marcha atrás parece siempre una derrota. Quizá cuando asuma que no lo es en absoluto veamos la mejor faceta de Peluso; de momento hoy lo más cerca que estaremos sigue siendo en su directo. ∎