Álbum

Pablo Und Destruktion

Te quiere todo el mundoraso., 2025

Pablo Und Destruktion ha compuesto una barricada. Te quiere todo el mundo” no es música para sonar en una playlist, es un acto de resistencia emocional. Es un refugio para quienes aún sienten a pesar de que todo lo de alrededor anestesia. Es un grito íntimo, colectivo, urgente.

Desde Una proposición decente”, la primera canción, se desmarcan las intenciones: no hay búsqueda de belleza, hay necesidad de verdad. “Despreciar al mundo sin piedad ni vergüenza y hacer de nuestro amor la fortaleza…”. No hay cinismo aquí, sino ternura radical. Porque cuando el mundo duele, no se trata de esquivar el abismo, sino de encontrar a quien lo mire contigo.

Cada canción es una herida abierta. Soy una persona tóxica” es quizá el punto más descarnado del álbum: “Quería estar hecho una mierda, solo y deprimido... soy una persona tóxica que quiere cambiar”, dice Pablo. Y luego, sin consuelo ni redención: “Soy una persona tóxica que no va a cambiar”. No es derrota, es lucidez. Es el retrato de una generación agotada, lúcida, frágil y feroz. Que quiere sanar, pero no puede hacerlo sola. Porque no basta con voluntad cuando el mundo se cae encima.

Lo más devastador de este disco no es su rabia, sino el amor que lo atraviesa. No un amor bonito, ni de película, ni de frase en taza. Un amor que se rompe, que tiembla, que se entrega igual aunque no haya garantías. En “La reacción sexual”, Pablo lo grita: “No está bien para una canción, pero es así: enamorarse no es amor… amor es llorar desconsolado pensando en la injusticia de este mundo endemoniado”. Es la definición más radical que he escuchado en años. El amor que no puede ser feliz mientras haya sufrimiento. El amor como conciencia, no como anestesia.

Y entonces llega Artistas contra la cultura”, donde Pablo se lanza sin red contra una escena que sintetiza el dolor y convierte el compromiso en mercancía: “El arte no es una carrera, es una condena”. Y no lo dice para gustar, ni para ser valiente. Lo dice porque no puede no decirlo. Porque es una necesidad. Una condena que, sin embargo, se vuelve trinchera.

Musicalmente –con aportaciones de Ángel Kaplan, Víctor Herrero, Mike Kenney y Justo Bagüeste, entre otros–, el disco es tierra mojada, cuchilla y caricia a la vez. Rock sucio, folk desgarrado, cuerdas que lloran. Nada suena pulido, todo suena verdadero. Las canciones no acompañan, sostienen. Cada acorde abraza como quien está a punto de romperse, pero aún aguanta. Y esa es su mayor belleza.

Porque lo político de este disco no está en la consigna, sino en su forma de sentir. Sentir como quien se niega a volverse indiferente. Sentir como forma de insurrección. Sentir como acto colectivo. Porque en un mundo que castiga la empatía, recordar que aún podemos conmovernos es un acto revolucionario.

Cuando escuché “Te quiere todo el mundo”, pensé que estaba sola. Que solo yo sentía esta mezcla de furia y ternura, de tristeza sin palabras. Pero al terminarlo, supe que no. Que al menos somos dos. Que probablemente seamos más. Que aún hay quien se rompe por dentro al ver el horror y no se conforma con teorizarlo. Que aún hay quien convierte el llanto en canción no para consolar, sino para compartir la herida. Para no dejarte sola.

Y aunque intento escribir esta crítica con distancia, lo cierto es que no puedo. Porque este disco no se analiza, se atraviesa. No se comenta, se siente. Y yo me he sentido menos sola. He sentido que no estoy loca por no querer adaptarme al horror. Que alguien, desde algún rincón, también está ardiendo y escribiendo canciones que no buscan salvarnos pero sí nombrar lo que duele cuando todo a nuestro alrededor nos pide que callemos.

Así que sí. Tal vez lo más honesto que puedo decir para terminar es que, tras escucharlo, me quedé pensando si escribirle para montar una barricada juntos… o pedirle que se case conmigo delante de una trinchera. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados