Álbum

Parcels

Day/NightBecause-Music As Usual, 2021

Como en su momento los Bee Gees o, mucho más recientemente, Joel Sarakula, los Parcels son australianos abonados a la religión del groove que han acabado buscándose la vida en la vieja Europa. Se puede decir que son plena generación Z (apenas rebasan los 25 años), aunque nadie lo diría a tenor de esa amalgama disco funk de filiación setentera con la que despuntaron hace un lustro, especialmente a raíz de su debut homónimo, Parcels” (2018). Y llevan viviendo en Berlín un tiempo suficiente como para que el eco de su fórmula, avalada por el guiño de Daft Punk (quienes colaboraron en su single “Overnight”, de 2017; incluso el creador del logo de la banda fue el propio Alex Courtès, quien diseñó los célebres cascos de Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo), haya funcionado como gran caja de resonancia mediática. Pero no ha sido exactamente así. Su eco se quedó a medio camino.

Y ya sea por la plena conciencia de ese déficit de atención crítica o porque el confinamiento ha generado obras de lento proceso (que en otros casos ha generado sus propios monstruos, como en Goya), en su segundo álbum los de Byron Bay se han marcado una ambiciosa entrega doble, con nada menos que diecinueve cortes, que sería como el “Exile On Main St.” (1972) de su particular forma de entender la música de raíz negra de hace cuarenta años. La primera dedicada al día, y la segunda, a la noche. Si quisiéramos entenderlo en clave pandémica, uno a la vida y el otro al crepúsculo. Y han hecho como el joven extremo que se marca un casi imposible autopase hasta el borde mismo de la línea de fondo en un partido de fútbol de élite: lo suyo es puro descaro. Ansia de crecimiento en un tiempo récord. Ambición genuina. ¿Lo logran? En gran medida, sí. Al menos en tres cuartas partes de su largo minutaje.

Podríamos entrar en un estéril debate acerca de si lo suyo es retropop o post-disco, porque seguramente haya aquí algo de ambos conceptos. Algo viejo que suena como si fuera nuevo. De hecho, resulta todo más orgánico. El corte inaugural del disco y de su primera mitad, “LIGHT”, ya nos pone sobre la pista. Hay un salto cualitativo, que no busca tanto la combustión espontánea como el convencer desde una madurez tempranamente adquirida: cuerdas exuberantes (está Owen Pallett detrás), guitarra wah-wah y un derroche de sensualidad que se antoja heredero del sonido Philadelphia y del disco soul del primer Barry White. Porque, en realidad, no estamos ante un álbum que facture un reguero de pelotazos para la pista de baile, más allá de “Comingback” o “Somethinggreater”, dos de sus indiscutibles hits en potencia, avances también de un trabajo largamente anticipado por sus tres sencillos previos. La deliciosa “Free” incide en esa rebaja de tempo, “Theworstthing” es una reflexiva balada que les muestra por vez primera esbozando una mueca en lugar de una sonrisa y “NowIcaresomemore” es un espléndido medio tiempo que pavimenta el camino para “Daywalk”, una pieza de jazz-pop que justifica su pasión por Steely Dan, aunque igual recuerde a George Benson que a Thundercat, por distantes que puedan parecer, y que sirve casi de engarce con el segundo disco, el nocturno.

No tan logrado es ese segundo volumen, el más abigarrado en sus formas, el más arriesgado, el más teóricamente imprevisible y presto a caer en probaturas de incierto redondeo. La potencia cinemática de “SHADOW” avisa, el barroquismo de “Neverloved” confirma, la eficiencia disco de “Famous” despista y “Lordhenry” acaba de convencernos de que se lo fían muy largo desde el momento en que cortocircuitan un ritmo muy a lo “Don’t Stop Til You Get Enough” de Michael Jackson con un estribillo agridulce, casi neoprogresivo, que es radicalmente otra cosa. En la algo pomposa “Reflex” y en la casi country-rock “Once” se ponen más serios y transcendentes, como queriendo completar una gran opereta disco-funk-soul cuyas hechuras aún les quedan algo grandes, lo que acaba recortando a un meritorio notable un trabajo que bien podría haber sido de sobresaliente. En cualquier caso, es un indiscutible salto adelante. ∎

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