Álbum

Richard Hawley

In This City They Call You LoveBMG, 2024

Dos pasiones omnipresentes en la obra de Richard Hawley son el rock’n’roll de los años cincuenta y Sheffield, su ciudad natal. En todos sus discos hay referencias a ella, desde los propios títulos hasta sus letras, y este no es una excepción. La ciudad en la que todos te llaman amor no es otra que la suya, en la que sus habitantes suelen añadir “love” al final de cada intercambio dialéctico entre ellos. Y la magnífica foto de la portada es de la subestación eléctrica de Moore Street, edificio brutalista de los años sesenta que actualmente está protegido y es un icono de la villa posindustrial –tan maltratada por las políticas thatcherianas–, que él reivindica con orgullo.

En cuanto a su gusto por la música de los años anteriores a The Beatles, no es un secreto, ni escuchando sus composiciones, ni en sus colaboraciones. En el año 2011, trató de sacar de su largo retiro a uno de sus ídolos de la era dorada, Duane Eddy –si crees que no lo conoces, seguro que has escuchado alguna vez el riff de “Rebel Rouser”–, y para su sorpresa, este aceptó. “Road Trip” (2011), en el que Hawley fue compositor, músico y productor, fue el último álbum del texano de adopción. Fallecido el pasado 30 de abril, su espíritu parece filtrarse a través de las guitarras del cadencioso rhythm’n’blues de “Two For His Heels”. “Have Love” insiste en ese lado más áspero del británico, aunque su mensaje –al igual que en gran parte del álbum– sea el de dar amor, para recibirlo. No tarda en aparecer el Hawley que más toca la fibra, ese inspirado discípulo de Roy Orbison o Buddy Holly. El dulce riff acústico de “Prism In Jeans” nos traslada en un chasquido de dedos al tiempo en que reinaban The Everly Brothers en las ondas radiofónicas. “Heavy Rain”, como el mágico “Gentle On My Mind” de Glen Campbell, añora desde lo más hondo a esa persona que ya no está ahí. El magisterio en este tipo de piezas sentidas y lentas no es una novedad en su carrera, si bien, en esta ocasión, suenan más desnudas, con menos capas de guitarras y de pedaleras, y, de este modo, más fieles a aquellas eternas gemas de Sun Records. “People”, en la que se escuchan hasta los pellizcos a las seis cuerdas, es la que contiene la loa a sus paisanos que da título al álbum. Cierra la cara A un pausado tema country reminiscente de sus conciertos de homenaje a Patsy Cline con John Grant: “Hear That Lonesome Whistle Blow”.

La segunda mitad se abre con el último rock’n’roll, una mirada con cierto mal genio, a la búsqueda de espacio que lleva a algunos hasta pensar en ocupar otros planetas. “Deep Waters” recupera la ternura –en la que Hawley se maneja mejor– hasta el final, vivir con el agua el cuello no es nada a lo que no estén acostumbrados, ni él ni muchos de sus conciudadanos. Por supuesto, el amor romántico está presente, en la bonita “I’ll Never Get Over You” y en una de las mejores de la colección, “Do I Really Need To Know”. Un ritmo entre la bossa nova y el soul de Filadelfia a fuego lento, y los coros en segundo plano de su amigo Jarvis Cocker, para el deseo de dominar los celos del protagonista, que espera en casa a su pareja en una salida nocturna.

En lugar de una canción de despedida y cierre, el de Yorkshire incluye dos: “When The Lights Go Out”, con un entramado de guitarras que retrotrae a sus mejores momentos, y, tan quieta como esas horas de la noche en las que nada se mueve, “‘Tis Night”, una canción de cuna para arrullar y llevar al mejor de los sueños al más insomne, o al menos para acompañarlo en su vigilia. Ajeno a modas y experimentaciones con el sonido, aferrado a una tradición y un entorno que conoce bien, la tramposa expresión de “salir de la zona de confort” no va con él. Para qué, cuando es capaz de hallar la emoción en el cobertizo del jardín de su casa, irónicamente llamado Disgraceland. ∎

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