El sello berlinés Habibi Funk, dirigido por el DJ y cratedigger Jannis Stürtz, edita rare grooves arábigos que huyen del estereotipo oriental. El último descubrimiento es el sorprendente cantautor y guitarrista libanés Rogér Fakhr. Su nombre ya aparece en los créditos de otro álbum del sello, el dedicado a su compatriota Issam Hajali, “Mouasalat Ila Jacad El Hard”; un inclasificable trabajo que bebe de folk, música árabe y jazz.
Fakhr también colaboró con Fairuz y su hijo Ziad Rahbani, pero lo que ofrece en este “Fine Anyway” es completamente diferente, ya que las canciones rescatadas de su archivo personal –editadas en casete y algunas inéditas; 17 en formato CD y vinilo y 18 en digital– están cantadas en inglés, y su sonido folk, con desvíos soul y rock, tiene mucho de californiano y poco de libanés. Son temas que beben de James Taylor y Tim Buckley y en su voz se pueden buscar ecos de Boz Scaggs o incluso de Donald Fagen. Y no solo eso: también el folk británico de Bert Jansch y Davy Graham es otra influencia.
Pero, más que imitarlos, sus canciones tienen un intransferible sabor propio y una calidad melódica que hace parecer increíble que pasaran desapercibidas. Grabadas a finales de los años setenta, en Beirut y en un breve exilio parisino, en magnetófonos de bobina Revox y Tascam, relucen ahora con una notable calidad de sonido que bien podría formar parte del legendario catálogo de Asylum. Con su voz y guitarra acústica como protagonistas principales, los temas tienen también arreglos de flauta, percusión, coros femeninos, teclados y guitarra eléctrica.
Las salidas de tono se encuentran en el acento arábigo de la emocionante “Sitting In The Sun”, en el pulso funk de “Sometimes You Feel Bad” –solo disponible en streaming–, en un “Had To Come Back Wet” en el más puro estilo “Greetings From L. A.” (1972) o en unos “Gone Away Again” y “The Wizard” que podrían figuran en un disco de War. El lado folk brilla en “Lady Rain” y “My Baby, She Is Has Down As I Am” supurando melancolía y recogimiento. Una voz femenina vuelve a resultar determinante en “Dancer On The Ceiling”, remarcando una tristeza que en “Sad, Sad Songs” se hace explícita. Mención aparte merecen las cuidadas letras, en las que además del amor y el desamor no rehúye la conciencia política. Parafraseando a Rubén Blades, la vida (y la música) te da sorpresas, y esta es una muy grande. ∎