Álbum

salvia palth

last chance to seeDanger Collective, 2024

A estas alturas de siglo, todo el mundo ha oído hablar de jóvenes que, haciendo música en sus habitaciones, han encontrado miles de seguidores al otro lado de la línea. El fenómeno se conoció hace unos años como “bedroom pop” y tras ofrecer una serie de artistas a la rueda del hype indie, a día de hoy, ya se mira con cierta desconfianza. El caso de salvia palth –difícil no pronunciar el nombre de la mítica escritora en su lugar– podría entrar dentro del mismo paradigma, pero presenta curiosas peculiaridades. Daniel Johann Lines, nombre real del mozo, contaba con tan solo 15 años cuando en 2012 grabó en su casa de Collingwood –pueblo de 300 habitantes de la isla sur de Nueva Zelanda– su primer álbum con instrumentos y equipos de grabación encontrados en vertederos o comprados de segunda mano. Lo colgó en Tumblr y en uno de esos casos de uno entre un millón, que vuelven locos a más de un A&R, y tras su difusión en otras plataformas de streaming, llegó a los siete millones y medio de oyentes mensuales. La sorpresa es aún mayor si uno escucha el disco: “melanchole” (2013) era un compendio de canciones entre el slowcore, la indietrónica o el shoegaze, con referentes como Duster, los Hood con guitarras anteriores a “Cold House” (2001) o el Dan Treacy (Television Personalities) más melancólico. También tiene cabida la extrañeza alucinada de clouddead aquí y allá. El lo-fi intenso y vocacional –la voz parecía grabada a través de un teléfono de un batiscafo en las profundidades abisales– era un elemento más, que acentuaba la tristeza de los temas. No en vano, pese a que el disco se remasterizó de nuevo y se colgó en streaming en 2016 con un sonido más profesional, los fans siguieron prefiriendo las versiones del álbum original –la canción “i was all over her” ya ha superado los quinientos millones de escuchas–. Lo curioso, pese a las cifras, fue que los medios musicales internacionales del ramo no se hicieron eco, quizá motivado porque Lines no realizó promoción alguna, ni conciertos. Tras once años desaparecido del mapa y sin perder un solo oyente en este tiempo pese a ello, ha vuelto a la palestra con “last chance to see”.

Aunque conserva el estado de ánimo y el tono melódico, Lines ha decidido subir la fidelidad del sonido, sin llegar al de estudio profesional –los agudos de los platillos de la batería en todo lo alto aún suenan a local de ensayo– pero con una diferencia muy notable respecto al primero. Algo que, a oídos de un no familiarizado con el género sería un avance, puede no ser del agrado de sus fans acérrimos al restar pesadumbre al conjunto. La apertura con “no-intro”, en clave de esa especie de pop bailable melancólico que podían hacer grupos suecos como The Radio Dept. o Air France, queda solo en anécdota, ya que las guitarras se van imponiendo arrimándose a distintas orillas del indie rock y el pop cabizbajo de los últimos treinta años. En “something i had said” o “always freaking out”, evoca el pop nostálgico de Trembling Blue Stars, mientras que en “best friend on the cross” y en otros momentos parece tomar la senda folk-rock de otro ilustre joven solitario como Alex G. Como novedad, incorpora en la mayoría de los temas arreglos de teclados que, en “i’m gonna find out”, pueden recordar a Cate Le Bon. Hay una delicadeza generalizada que lo puede emparejar en algún caso con Iron And Wine o incluso con Faye Webster en “that’s what”, con esos vientos que soulifican la balada.

En el apartado lírico pocos cambios, letras de profunda decepción y tristeza respecto a sí mismo y a quienes lo rodean, que en ocasiones roza el humor “autohumillante” –abre el disco con un “vuelvo de nuevo para arruinarlo todo” en “no-intro”–, aunque los más positivos pueden ver una luz en la final “still i struggle” y su promesa de seguir en la brecha. Pese a no llegar a la hondura emocional de su primer trabajo, hay un paso adelante en composición y sutileza y una muy buena colección de canciones. Ojalá alguien lo convenza para presentarlas en directo o, al menos, a no hacernos esperar otros once años. ∎

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