The Sea And Cake es una de las propuestas más relevantes del Chicago de Tortoise y demás pioneros de lo que el periodista británico Simon Reynolds denominó en su día post-rock. Dicha teoría se basaba en la búsqueda de estilos musicales fuera de los márgenes del rock, aunque llevados a cabo con la instrumentación típica de una formación rock. Los dos autores del LP que hoy toca reseñar son parte integral de The Sea And Cake (McEntire, además, es uno de los cerebros de Tortoise).
The Sea And Cake son los autores de trabajos imperecederos como los memorables “Oui” (2000) y “Car Alarm” (2008). De su perspectiva abierta a moldear formas cubistas con instrumentos ajenos a la electrónica surgió una de las trayectorias más personales dentro de los lares de la expresión indie de vanguardia post-rock.
Sus diferentes trabajos fueron el punto de partida de trayectorias luego desarrolladas en solitario y a través de múltiples proyectos, como en el caso de John McEntire y Sam Prekop, este último más centrado en las posibilidades del acervo cibernético. De hecho, este álbum tiene más de Prekop que de McEntire, cuya presencia sirve para abrir las sinuosas vías polirrítmicas dentro del majestuoso banquete de ondas y texturas aquí desplegado. Un ejemplo más que destacable es “Crossing At The Shallow”, en la que remiten a los amaneceres embriagadores relacionados con la caligrafía deep house, elevada a su máxima expresión en su momento por el imprescindible Mr. Fingers. Por supuesto, dicha sensación en las manos de estos dos arquitectos del sonido muta en una compleja red de apariciones retro de sintetizadores modulares y chisporroteos rítmicos, los cuales conectan con la máxima atmosférica percusiva de los Talking Heads de “Remain In Light” (1980).
El corazón del disco son los 23 minutos vertebrados en lakraftwerkiana “A Yellow Robe”: una muestra de genio revisionista que también se adentra en las aguas ambient-house mediante una balsámica propensión emocional, donde la simpleza rítmica propuesta se empapa de la condición dub del tapizado final.
Por su parte, en “Ascending By Night” el trabajo con los sintes modulares deviene en ambrosía puramente orgánica de la esencia techno, no muy lejana a la perpetrada por proyectos tan estimulantes como el del británico Lo Five. Sonidos imaginados en la duermevela de la pulsión dance, perfectamente dibujados por cuatro manos abiertas a la experimentación, aunque siempre dentro de una zona de confort perfectamente integrada en los santos proverbios de la electrónica bávara de los años 70.
Con esta misma dinámica, reminiscente de Cluster, se hace carne “A Ghost At Noon”, otro título que, al igual que los anteriormente citados, representa la sensación descrita en su conformación sónica, tal como gustaba de hacer a pioneros de las matemáticas ambient como Tangerine Dream o a Leyland Kirby. Al igual que estos dos, la ausencia de letras y voz en su ejecución abre la puerta de la percepción a través de música más ligada a las imágenes que a las palabras. Resumiendo: un absorbente artefacto sónico. ∎