La primera canción que escuché de “Blood On The Silver Screen” fue el single de adelanto “In Love With A Memory”, y tengo que reconocer que me quedé totalmente atrapado en su videoclip. En esta romanticona pieza audiovisual, puede verse a SASAMI deambulando erráticamente por parajes desérticos, estaciones de servicio y moteles de carretera mientras transporta cerca del corazón una foto de Clairo (que es la colaboradora estelar del tema). La letra no puede ser más explícita: “All good things must come to an end. Don’t cry, just come back to bed. Let me feel you one last time before we say goodnight” (“Todas las cosas llegan a su fin. No llores, solo ven a la cama. Deja que te sienta una última vez antes de decirnos adiós”). Y, cuando crees que el romance maldito de estas dos chicas no puede ser más intenso, SASAMI coge una guitarra eléctrica y se marca un solo en medio del desierto recortada contra el sol del crepúsculo.
Lo que voy a decir a continuación puede ser altamente problemático, pero voy a decirlo igual: cada vez que veo el videoclip de “In Love With A Memory” (y te aseguro que lo he visto MUCHAS veces), lo único que quiero ser en el mundo es una lesbiana oriental canalizando que Clairo me ha roto el puto corazón con un solo de guitarra eléctrica en pleno desierto mientras doy latigazos en el aire con mi melenón de pelazo moreno. Y vaya por delante que no tengo ni idea de si SASAMI es lesbiana o no porque esto no es importante aquí: lo importante es que la tía no solo te vende la película, sino que te mete en ella hasta las trancas.
Todo esto, al final, se traduce en que, por culpa de este hit y su videoclip, no pude evitar tener ciertas expectativas con respecto a “Blood On The Silver Screen”, el tercer álbum de una SASAMI que ha hecho de la mutación constante su mayor rasgo de identidad. Desde el indie rock de sus dos años al frente de la banda Cherry Glazer, la artista transmutó hacia a un íntimo debut homónimo que utilizó a modo de diario personal. De ahí a romper la baraja con un “Squeeze” (2022) en el que abrazó el metal y dejó bien claro que lo único que puedes dar por sentado en un álbum de esta mujer es que no se parecerá en nada a todo lo que ha hecho con anterioridad.
Esta personalidad mutante le viene de lejos a una SASAMI que fue profesora de música antes de tocar la trompa allá donde se la solicitara en su Los Ángeles natal. Y que también giró como parte de la banda de Mitski antes de lanzarse a explorar una carrera en solitario que ahora llega a su tercera entrega con algo que muchos (demasiados) artistas han hecho con anterioridad: marcarse un álbum en el que cada canción es una película en sí misma. No en vano “Blood On The Silver Screen” remite a la pantalla plateada desde su mismo título.
Pero hay algo más que esta intención fílmica en el nuevo trabajo de la artista angelina de 34 años. Dice la leyenda (que ella misma se ha encargado de confirmar en múltiples entrevistas) que el cambio de rumbo musical de este disco no solo responde a que desgañitarse cada noche al estilo metal cantando las canciones de “Squeeze” no le sentaba demasiado bien a sus cuerdas vocales. Además, sobre todo, la gira de aquel álbum era tan intensa a nivel físico que SASAMI se vio obligada a convertir el gimnasio en su segundo hogar. ¿Y qué escuchamos todos en el gym? Puede que no todo el mundo lo admita en voz alta, pero te puedo asegurar que lo que todos escuchamos son temazos de pop de esos que te electrifican el cuerpo y te dan un buen chute de adrenalina. Sí, estoy hablando del “Work Bitch” de Britney y periferias. Obvio.
También es cierto que el chunda-chunda-pop de la Spears nada tiene que ver con lo que se escucha en “Blood On The Silver Screen”. Pero sí que hay que admitir que aquí hay mucho pop de guitarras de las dos décadas que sirvieron de bisagra entre el siglo XX y el XXI. En este álbum, SASAMI se ve poseída por el espíritu de los Aerosmith que no podían parar de hacer música como si siguieran repitiendo una y otra vez la banda sonora de “Armageddon” (1998), pero con los trucos de producción del pop actual definidos por Taylor Swift y Lana Del Rey. La mención de estas dos divas no es casual, porque este puñado de canciones todas ellas sobre el amor y los sentimientos bigger than life suena precisamente como Taylor Swift grabada por Mura Masa (cuando se puso guitarrero) o como Lana Del Rey producida por Grimes. Aunque sería igual de interesante mirar el disco desde la perspectiva de una Dolly Parton arropada por Caroline Polachek, una Sheryl Crow actualizada por Olivia Rodrigo o una Alanis Morissette invocada por Eartheater. Por ahí van los tiros.
El principal problema es que, a base de sonar como todas estas artistas, resulta que llegas a la última canción de “Blood On The Silver Screen” sin saber cómo suena exactamente SASAMI. Quién es. Cuál es su personalidad musical. Algo que se ve terriblemente agravado por la carencia de una carrera homogénea que funcione a la manera de asidero sólido al que agarrararse. A base de dar tantos tumbos, de cambiar constantemente, la artista parece olvidar que las grandes reinas del cambio pop (es decir, todas las que siguieron a Madonna) pueden permitirse ese cambio constante precisamente porque previamente han sabido transmitir al público cuál es su alma, el núcleo que nunca cambia por mucho que cambie lo que le envuelve.
Y, ojo, porque “Blood On The Silver Screen” es un álbum sin fisuras y con canciones realmente brillantes entre las que destacan la percusión nuevaolera de “I’ll Be Gone”, todo lo que Avril Lavigne siempre quiso ser en “Love Makes You Do Crazy Things”, la grungera “The Seed”, la deliberadamente emo “Honeycrash” o la HAIM wannabe “For The Weekend”. La solvencia formal está ahí y los temas son altamente disfrutables. Pero también pueden resultar ligeramente frustrantes debido a su intrascendencia, ya que es inevitable acabar con la sensación de que no sabes qué dicen todas estas composiciones del futuro de SASAMI. Ni de su corazón como artista. Es pura performance. Una performance magnífica, pero performance al fin y al cabo. Esa misma performance que atrapa en el videoclip de “In Love With A Memory” pero que, cuando se alarga durante trece canciones, se revela más como un ejercicio de estilo que como un ataque de sinceridad de esos que te incitan a arrancarte el corazón y ponerlo en la gran pantalla, manchándola de sangre. Porque de eso va este disco, ¿no? Una pena que, cuando mires de cerca, la sangre sea de mentirijilla. ∎