Sen Senra ha entregado 51 tracks en tres años. “PO-2054-AZ” es una trilogía ambiciosa que va de todo menos de ambición: con el último volumen de su saga ya disponible, el cantante cierra el capítulo de su discografía que iba dedicado a su tierra natal, Galicia. Poéticamente, el fin tiene lugar al mismo tiempo en que parece que esa tendencia que mezclaba el neofolclore con el electropop pierde peso en favor de una nueva oleada igualmente nostálgica, pero hacia otra época distinta: al menos en España, las guitarras acústicas vuelven a estar de moda en ese pop no tan grande como para que le suene a tu madre, pero definitivamente grande. Hemos pasado del folclore al folk, y Sen Senra lo sabe: “PO-2054-AZ Vol. III” es mucho menos urbano y bailable que sus volúmenes anteriores; en su lugar, trata de asemejarse a la propuesta del también gallego Carlos Ares. Si Galicia hubiera de reducirse a un sonido, en 2025 sería este.
Esta tercera entrega es, en muchos sentidos, la más íntima y austera de las tres. El primer volumen, “El origen”, era un punto de partida: una sonoridad que mezclaba lo artesanal con lo contemporáneo, en la que el cantante hablaba no solo de su infancia, sino también del origen de su partida. En el segundo volumen, “El emigrante”, Sen Senra se proyectaba fuera de sí mismo, fuera de Galicia, y lo hacía asumiendo el rol del “emigrante posmoderno”: no tanto del que se va por necesidad, sino del que se va por deseo y por hambre de mundo, a la vez que rendía un homenaje a todos esos gallegos que tuvieron que marcharse de su tierra (estos sí) obligados. El último volumen, “El retorno”, representa la vuelta de todos los gallegos al hogar, y también la suya propia tras varios años de fama y excesos. La morriña, o ese apunte histórico sobre la población gallega en el siglo XX, no es más que una excusa de Senra para hablar de sí mismo: más bien, “PO2054AZ” es una trilogía ambiciosa, pero en realidad cuenta el arraigo que el cantante ha sentido hacia su tierra a mayor o menor apetito de éxito ha tenido. Por ello, “PO-2054-AZ Vol. III” ofrece un ejercicio de sobreexplotación creativa que bordea lo desmesurado y amenaza con devorarse a sí mismo. Frente a un contexto en el que el consumo musical es cada vez más fugaz, este proyecto se presenta como un manifiesto de agotamiento formal: tres son multitud.
Sin embargo, y a la vez, pide calma. Estamos hablando del regreso de la estrella al hogar: el sonido de los aplausos se cambia por el ruido de las cigarras. Una guitarra casi bluegrass introduce el disco con “De volta”, en la que la madre de Senra, que por audios de WhatsApp hacía de hilo conductor de sus anteriores volúmenes, vuelve a tomar el papel de narradora. Siendo un disco de retorno a los orígenes, parece lógico que el funk carioca, los subgraves, las síncopas y otros recursos urbanos pierdan peso en favor de un R&B que recuerda más al cantante que se pegó con “Ya no te hago falta”. Es una regresión en todos los sentidos y, por ello, tampoco es casualidad que en este LP entregue su primer tema en gallego (“Padiante”), o que lo haya presentado días antes del lanzamiento en el plató de ‘Luar’, el programa que toda Galicia ha visto alguna vez en familia. Lo simbólico es evidente: el niño que veía la tele en casa vuelve como artista a ese mismo plató, completando un ciclo. Así, tras el despliegue barroco y expansivo del segundo volumen (más de veinte canciones, múltiples géneros, texturas y colaboraciones), “Vol. 3” opta por el minimalismo: “R O M E O” o “No sé hacerlo ya de otra manera” mantienen esa línea de guitarra rasgada de todo el álbum, mientras que “Se ve muy claro desde aquí” o “Si yo no supe cuidarte” aportan un contraste más orquestal a través de pianos, violines y una línea melódica aguda. “Espantando palomas”, por su carácter coral y algo menos intenso que el resto del trabajo, se alza como uno de los temas más notables del disco. No obstante, ninguna de sus canciones tiene vocación de single: su folk-pop confesional puede ser una decisión artística marcada por el ímpetu de recrear una escena más que una canción fugaz, pero también puede ser un signo de agotamiento creativo tras tres años de hiperproducción.
Algunos podrán leer esto como la victoria de la autenticidad frente a la presión comercial. Y no cabe duda de que hay dignidad en esa renuncia hacia los fuegos artificiales. Pero también es cierto que este cierre llega con retraso, sin grandes momentos virales, y con la sensación de que el impacto mediático y artístico de la trilogía se ha ido diluyendo progresivamente. ∎