Hace mucho tiempo que Sam Shackleton izó velas y se pintó la cara para adentrarse en el corazón de las tinieblas de la música oriental. Su esotérica propuesta, en el sentido de oculta, impenetrable o para iniciados, quizá solo en cuanto a temáticas, ya que discos como “In The Cell Of Dreams” no son en absoluto musicalmente abstrusos, apenas tiene relación ya con otras etiquetas más específicas como el grime o el dubstep al que se le asocia por defecto. El genio de Lancaster da una nueva vuelta de tuerca, remueve el puchero donde cocina sus pócimas y penetra más si cabe en el terreno del minimalismo no repetitivo, el drone metafísico y el jazz. La Monte Young y Terry Riley estudiaron las posibilidades de todos estos sonidos y la forma de tratarlos, compartiendo enseñanzas con un tercer artista igualmente relevante: el cantante indio Pandit Pran Nath y su intrincado estilo vocal, el kirana.
Una estimulante confluencia de todo lo anterior podemos encontrarla en la segunda colaboración de Shackleton con el clarinetista polaco Wacław Zimpel. La primera, de tonos más abstractos y experimentales, no queda tan lejos y se tituló “Primal Forms” (2020). Sin embargo, “In The Cell Of Dreams” ofrece una experiencia decididamente más contemplativa y orgánica. De esto último se encarga especialmente el joven prodigio de Karnataka Siddhartha Belmannu con su voz.
La relativa contemporaneidad del dark ambient electrónico de Shackleton es el verdadero elemento aglutinador del viaje que plantea “In The Cell Of Dreams”, y “The Ocean Lies Between Us”, su tour de force. Los veintiún minutos de este primer corte dan para mucho. Empieza con un previsible pero sutil gong y unos efectos electrónicos que parecen surgir de una capilla sumergida en algún elemento líquido. Su ambientación a ritmo de vals promueve el estado de ataraxia –dichoso quien pueda–, pero amenazado por algo saturado, insidioso y oscuro –quizá Zimpel con algún instrumento de viento–, en contraste con la salvadora voz de Belmannu. Shackleton sabe que no hay demasiada distancia entre la iluminación y el terror. Hay mucho de dark folk aquí.
Solo alcanzamos a adivinar la temática del álbum por los títulos –carácter cíclico de la existencia, metáforas naturalistas, respeto por los ancestros–, pero su hilo conductor podría ser el contraste entre lo insondable –los mantos sonoros de Shackleton– y lo radiante –los mantras guturales de Belmannu–. Tras el segundo corte, la breve y algo más étnica “Your Love Pours Like Water”, aterriza “Everything Must Decay”. En ambas se adueña el cantante de las tres octavas, que en la segunda interpreta un refrescante fragmento en inglés. En esta pieza ceremonial Shackleton, mágico creador de ambientes, y Zimpel, quien improvisa como también lo hace la música clásica india, retozan bien en su propio espacio creativo; acaba sonando como el baile de máscaras de Jocelyn Pook en “Eyes Wide Shut” (Stanley Kubrick, 1999), hasta que reaparece el joven Siddhartha y un arreglo de piano a lo Cluster para restaurar luz.
Le sigue “Relics Of Our Past”, de nuevo superando de largo los diez minutos de duración. Los arreglos de flauta de Zimel remiten a las composiciones terapéuticas del turco Oruç Güvenç, aunque la influencia de su música era persa y no tanto indostaní. La intervención de Shackleton, malicioso taumaturgo sónico, mantiene la tónica de sinuoso viaje cósmico a lo Craig Leon y su folk interplanetario, pero es Belmannu quien reconduce la pieza hacia el cántico espiritual en su desenlace. El círculo se cierra con “The Ocean Lies Between Us” en una versión editada y por momentos igualmente inquietante. Llámenla como quieran: religiosa, ritual, trascendental, oriental, pero sería todo un pecado judeocristiano perderse esta música, especialmente si decidieran llevarla al directo. ∎