Soleá Morente ha demostrado una vez más su valentía artística con “Mar en calma”. Este trabajo, concebido junto a su padre Enrique Morente y culminado catorce años después de su partida, es un testamento de amor, pérdida y renacimiento. Hace unos años, en una entrevista con Rockdelux, Soleá confesaba que siempre le ha interesado sorprender y ser sorprendida, algo que está claro con este disco, pues ha hecho justo eso, maravillarnos con algo que ni siquiera sabíamos que estábamos esperando. Pero también ha sido para ella un camino de revelaciones constantes, al trabajar en él junto a Isidro Muñoz, productor y compositor, y sobre todo un apasionado de la guitarra flamenca, hijo de Isidro Sanlúcar. Es relevante recordar que Muñoz colaboró en el disco “Omega” (1996) de Enrique Morente, al que también le compuso una irrepetible seguiriya para la película “Flamenco” (1995) de Carlos Saura. Canela fina.
“Mar en calma” comenzó como una promesa entre copas de champán, creció y se transformó. Soleá recuerda aquel mediodía de septiembre en Granada, cuando terminó la universidad y corrió a casa para contarle a su padre la noticia, con la esperanza de saber si él recordaba su promesa: que, al acabar su carrera, empezarían a grabar maquetas. Su padre le respondió: “Vamos a elegir algunas canciones que te gusten y nos bajamos al estudio”. Y hasta hoy.
Entrando de lleno en esta sorpresa, no se nos ocurre un mejor comienzo que “I’m A Fool To Want You”, el tema de Frank Sinatra, Jack Wolf y Joel Herron de 1951, pero en la versión de Billie Holiday. Siempre resulta algo raro, ese inglés cantando con acento español –como nos pasó a todos con St. Vincent cantando en castellano–, pero Soleá, con su estilo tan suyo, ha sabido darle una carga emocional brutal, dejando su aflicción al descubierto en una mezcla de jazz-flamenco que destila elegancia de alfombra roja.
Destaca también cómo la artista se adentra en “Palabras para Julia”, un poema de José Agustín Goytisolo, miembro de la Generación del 50. Los consejos de un padre a su hija, expresados en eneasílabos, cobran vida en esta canción que puede emocionarte hasta las lágrimas en su primera escucha. Otro estremecimiento total viene al recorrer el mashup literario con “Poemas” de José Manuel Caballero Bonald, un ejercicio de clasicismo renovado. En efecto, la noche no tiene paredes, y en ella rigen otras reglas o ninguna, con el coraje y la entrega que Soleá infunde en sus versos: “Cuando la noche acaba, acaba tu aventura” (“Cuando la noche acaba”) o “Detrás del aire, el aire. ¿Qué queda?” (“Entre dos luces”).
Hoy día no cabe duda de la endogamia que se revela en fragmentos entre las familias Trueba y Morente, algo que daría para todo un artículo, por lo que entre estos ocho cortes se encuentra un saudade del “Sueños” de Peninha traducido por Fernando Trueba, y con la colaboración del guitarrista jerezano Diego del Morao. Y entre tanto impacto, con el sello inconfundible de la casa, Soleá también se ha unido a su hermano Kiki para fusionar pasado y presente con el “No temas nada” de Carlos de Pepa.
Son muchas las sorpresas que este mar tiene guardado para nosotros, como la de su portada delineada por su madre Aurora. También la de que este álbum se enmarque en un proyecto más amplio que revitaliza el mítico sello Discos Probeticos, que Enrique Morente fundó en los noventa como un baluarte de la identidad musical flamenca.
“Mar en calma” es una alegría, fresca y ultralegítima, si cabe decirlo. Si para nosotros Morente simbolizaría el mar, con su legado infinito y el amor de sus hijos, “calma” se traduciría como esa sensación de cierre y plenitud que este proyecto aporta a Soleá Morente. Son todo suposiciones, pero lo que sí es una certeza es que este trabajo se suma a la discografía de la artista, alejada de la ortodoxia del flamenco, destacando su talento vocal, su herencia familiar y, al mismo tiempo, su individualidad y creatividad. ∎