“Oh, soy un chico solitario, tengo un amor que me hace esperar”. Esa frase del estribillo de “Lonely Boy” (en inglés, claro) y su respectivo videoclip, con aquella hechizante toma fija protagonizada por el actor y guardia de seguridad Derrick T. Tuggle (¿le está rindiendo un tributo velado con sus bailes Fernando Jesús Oliva en el de “Los tontos” de C. Tangana y Kiko Veneno?). Esa frase y aquel videoclip, decía. Se colgó en YouTube el 26 de octubre de 2011 y para cuando se publicó el disco, que fue el 6 de diciembre de aquel año, la bola de nieve había alcanzado unas dimensiones colosales. Fue una maniobra promocional magistral que reafirmó a The Black Keys en el estatus que con su anterior álbum, “Brothers” (2010), habían buscado y conseguido: el de entrar en el mainstream y hacerlo por la puerta grande. Sirva de ejemplo que al año siguiente, fue el 28 de noviembre de 2012, agotaron con días de antelación las entradas en el Palacio de los Deportes de Madrid, en el único concierto de la gira de “El Camino” que pasó por España.
Gira, il mondo gira, y resulta que ahora que su séptimo álbum ha cumplido diez años, el dúo de Akron (a saber: Dan Auerbach, voz y guitarra; Patrick Carney, batería) lo ha querido reeditar. Y no solo se nota que los padres desean celebrar el cumpleaños del hijo que les pagó la jubilación dorada, sino que pretenden hacerlo a lo grande. En vinilo hay dos ediciones, una de tres LPs y otra (bautizada como Super Deluxe) de cinco. En formato CD es cuádruple. Y también ha salido edición digital. Si lo escuchas en Spotify, para entendernos, te vas a las 51 canciones. Eso incluye las once del disco original remasterizadas, las veinte de un concierto completo que dieron en Portland en 2011, las once de una sesión para el programa de Zane Lowe en la BBC Radio 1 fechada en 2012 (en la que retroceden diez años hasta llegar a su disco de debut, “The Big Come Up”, para recuperar la canción “I’ll Be Your Man”) y las nueve de una sesión en los estudios Electro-Vox.
Transcurrida una década, la sensación tras escuchar este legajo es que la identidad de “El Camino”, su personalidad como referencia posmoderna del blues-rock –sin el factor arty de The White Stripes, ese que solía restarles verdad cuando le sumaban pose– se mantiene intacta. Y que la capacidad mostrada por Dan y Patrick para captar la esencia que les nutría era fuerte, tensa y de modestia poderosa. La consistencia de la pleitesía bluesy de su último disco de estudio, el pulcro pero emotivo “Delta Kream”, de mayo de este año, lo hace aún más creíble. ∎