Álbum

The Hold Steady

Open Door PolicyPositive Jams, 2021

¿Recuerdas “Glengarry Glen Ross”, la película basada en la obra de teatro homónima de David Mamet? Es de hace veintinueve años. Tiene aquella escena donde Alec Baldwin suelta: “Agregaremos algo al concurso de ventas de este mes. Como todos sabéis, el primer premio es un Cadillac Eldorado. ¿Alguien quiere ver el segundo premio? El segundo premio es un juego de cuchillos para carne. Y el tercer premio es que estáis despedidos”. O tal vez recuerdas a Michael Douglas en aquella escena de “Wall Street”, esta tiene cinco años más, dando ese discurso donde afirma que “la cuestión es, señoras y señores, que la codicia, a falta de una palabra mejor, es buena. La codicia está bien, la codicia funciona. La codicia aclara, atraviesa y captura la esencia del espíritu evolutivo”. En fin: hoy como ayer.

Contra ese sentimiento persistente de lo despiadado, del éxito a cualquier precio, del precio de la ambición, llevan expresándose The Hold Steady a lo largo de ocho discos. Lo hacen mostrando a sus víctimas. Primero con “Almost Killed Me” (2004), después llegaron dos que sacaron punta a su lápiz “Separation Sunday” (2005) y “Boys And Girls In America” (2006), posiblemente el mejor–, y con esos tres se afianzaron como un brillante y afilado estilete del rock magro y de banda de bar, uno que, más que la perfección, busca darte un corte que merezca la pena y te espabile. Con canciones que se saben semiherederas de los Replacements de Sire Records y del Springsteen de la oscuridad al borde de la ciudad (Cheap Trick, Hüsker Dü, Led Zeppelin y Thin Lizzy también son invitados) mientras dispensan letras devastadoras que euforizan al derrotado y le hacen sentirse como un ganador momentáneo, aunque le digan que va perdiendo. Pero con “Stay Positive” (2008) empezaron a colapsarse y con “Heaven Is Whenever” (2010) lo lograron, a su pesar. Gripó el dúo creativo del grupo, el del cantante Craig Finn y el teclista Franz Nicolay. Y este se fue. “Me sentía un zorro en una banda de erizos”, dijo. Parecían sentenciados. Travesía del desierto. Road to nowhere. The thrill is gone.

Pero el regreso de Nicolay en 2016 les volvió a dar alas y en este “Open Door Policy” se les ve y escucha volar alto otra vez. Más expansivos y barrocos que en “Thrashing Thru The Passion” (2019), con más química, color y músculo, y un nuevo espacio para cada músico (flamante sección de viento incluida). Han vuelto los himnos convincentes para retratar escenarios sin salida y esos engaños del estatus, la fama y el dinero de nuestra Era de la Alienación. Trasladan al presente a los jóvenes a quienes cantaban hace quince años, los que bebían ginebra en frascos de mermelada, convertidos ahora en tramposos mentalmente demolidos, como esa mujer de la inicial “The Feelers”, con el aura de un ángel, pero también un par de problemas, “y creo que el más grande es que es la esposa de alguien”. ∎

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