Álbum

The Killers

Pressure MachineIsland-Universal, 2021

“Imploding the Mirage” (2020) llegó tras la primera gran sacudida pandémica con su atractiva carga de singles para todos los públicos y su nómina de colaboraciones distinguidas, sugiriendo que The Killers habían logrado sobreponerse a un largo estiaje creativo. Incursiones kraut, pinceladas disco, apuntes funk y épica de todos los calibres ensanchando las distancias con respecto a “Hot Fuss” (2004) y renovando el menguante interés hacia un grupo que domina una amplia zona de consenso en las aguas de la corriente principal, pero naufraga lejos de ella.

Esa buena racha continúa gracias a “Pressure Machine”, agradecido cambio de rumbo que cristaliza en forma de canciones reflexivas, de tono acústico y espíritu introspectivo, impelidas por el recuerdo de los años formativos de Brandon Flowers en Nephi, pequeña comunidad rural situada en el centro de Utah, a poco más de una hora de Salt Lake City. El líder y principal compositor de The Killers decidió tirar de ese hilo melancólico en los primeros meses de encierro vírico y articuló el floreciente repertorio –los textos vertebraron el trabajo, la música llegó después– a través de grabaciones recogidas entre los vecinos de su antiguo pueblo. Estos testimonios sin nombre ni apellidos contribuyen a cartografiar con más precisión el panorama –físico y anímico– de este álbum sorprendente, que invoca el espíritu de “Sam’s Town” (2006) para sublimarlo.

Durante la escucha, podemos efectuar alguna parada facultativa en los sonidos que contribuyeron a encumbrar al cuarteto, como “In The Car Outside”, pero nunca se llega a perder el hilo conceptual de un disco que bascula entre la engañosa euforia heartland-rock de “Quiet Town” y el folk bajo mínimos de “Terrible Thing” o “The Getting By”, compuestos bajo el doble patrón Springsteen-Steinbeck. También disfrutamos de la voz de Phoebe Bridgers acompañando a Flowers en las estrofas y estribillo de “Runaway Horses”, cavilando sobre lo complejo que puede llegar a ser el oficio de vivir. O nos damos un paseo al trote por las entrañas de la América interior de la mano de “Cody”, esperando un milagro que nunca va a llegar. Mientras suena “Sleepwalker”, nos sobrecoge un paisaje sin adulterar y el abrumador ciclo de renovación de la naturaleza, que sigue fluyendo pese a todo. Como el tiempo, que nos aprieta las tuercas a cada vuelta de calendario, cebándose en nuestra finitud y haciéndonos buscar refugio en partituras como “Pressure Machine”, conmovedor compendio de este considerable cancionero. ∎

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