Puede que hablar a estas alturas de la excelencia alcanzada por The Replacements en el meridiano de los años ochenta sea un debate más que innecesario. Pero artefactos como este “Tim. Let It Bleed Edition” amplían los argumentos para apostar por ellos como candidatos a banda de rock más fascinante de dicha época. Si un álbum como “Tim” (1985) ya era un brebaje de genio en sí mismo, lo que corrobora esta radiografía amplificada no solo es la excelencia implícita en aquellos tiempos de musas apresadas en la cabeza de Paul Westerberg, sino la constatación de que pudieron ser incluso más grandes de lo que ya fueron. Y no es poco. Pensar así es algo que proviene de documentos tan aplastantes como esta nueva remezcla del álbum aquí incluida y, sobre todo, del imperial baño de intensidad recogido en su directo celebrado el 1 de noviembre de 1986 en el Cabaret Metro de Chicago, con una más que pertinente apropiación del “Jumpin’ Jack Flash” de sus Satánicas Majestades.
El mood rocanrolero que definía a un grupo como The Replacements, englobado dentro de la generación underground punk neopsicodélica y en su eterna rivalidad con sus vecinos Hüsker Dü, demuestra la incongruencia del objetivo enfocado en la trayectoria de un grupo que acabó siendo un modelo para bandas como Guns N’ Roses. No en vano, hasta el bajista del grupo, Tim Stinson, acabó formando parte del combo de Axel Rose y compañía. Dicho esto, lo que muestra esta ampliación del campo de batalla en torno a su cuarto LP es, sencillamente, a la banda en su momento de mayor esplendor. Ni más ni menos. Todo un lujo en el cual incluso cabían demostraciones glam-metal de halo springsteeniano como “Bastards Of Young”, seguramente la prueba más sangrante a la hora de preguntarnos por qué no triunfó un trabajo repleto de ases ganadores para la radiofórmula que predominaba en aquellos tiempos. Y es que estamos ante un banquete repleto de trallazos como “Left Of The Dial”, medios tiempos gloriosos (“Waitress In The Sky”) y baladas acústicas del calado abrumador de “Here Comes The Regular”.
Lo que parecía imposible sucedió con “Tim”: superar los atributos de una obra maestra tan abrumadora como “Let It Be” (1984) en su desembarco con una major. Pero así fue y así queda documentado en esta edición deluxe, en la que, aparte de los regalos apuntados anteriormente, también somos partícipes de una bacanal de versiones, tomas acústicas y extras recogidos de la gestación de un álbum que, casi cuatro décadas después de su publicación, suena rabioso, emotivo y transcendente como el primer día. La joya de la corona de una discografía jalonada con otros puntos muy álgidos, como el posterior e igualmente inspirado “Pleased To Meet Me” (1987). Sin embargo, lo que demuestra esta caja de adquisición necesaria para todo amante del heartland rock más gamberro y original es el hecho de que al referirnos a este grupo hay que hacerlo en términos comparativos con los grandes puntales de la historia del rock, ya sean Led Zeppelin, Bruce Springsteen o The Rolling Stones. Ni más ni menos. ∎