Reedición

The Smashing Pumpkins

Mellon Collie And The Infinite SadnessCapitol-Universal, 2025

Billy Corgan no esperó demasiado tiempo, solo al tercer disco, para tratar de poner en pie el magnum opus de sus Smashing Pumpkins: un disco doble bajo el influjo del “The White Album” (1968) de The Beatles y “The Wall” (1979), de Pink Floyd, en este caso con un día en la vida de una persona triste como marco conceptual. Pero Corgan sabía lo que se hacía, sabía que era el momento. De aquellas fértiles sesiones no salieron solo los 28 temas (en su mayoría muy buenos) incluidos en “Mellon Collie And The Infinite Sadness” (1995), sino más del doble; muchos de ellos irían viendo la luz como caras B de singles o en la edición especial del álbum publicada en 2012.

Ahora llega la reedición de 30º aniversario, disponible en formato de cuádruple CD, y, para los más fans, en un estuche (forrado de terciopelo) con seis vinilos, libro de tapa dura con las citadas notas, una baraja de cartas de tarot y siete litografías para enmarcar. Además, el pasado noviembre se pudo disfrutar de la obra reelaborada como ópera por la Lyric Opera Of Chicago. Todo apropiadamente épico.

Con “Mellon Collie”, el grupo de Chicago quiso trascender la estética más canónica del grunge y, cambiando a su habitual productor Butch Vig por Flood y Alan Moulder, se marcó una obra expansiva, densa y ecléctica con espacio para el alt-pop, el metal, los detalles electrónicos, la pompa prog o los toques industriales. No solo trataron las guitarras de formas más variadas (en lugar de tan solo la habitual superposición avasalladora de pistas), sino que sumaron instrumentos inesperados como los sintetizadores, el piano o esa orquesta completa que tanta pasión infundía a “Tonight, Tonight”.

Pero antes llegó como single “Bullet With Butterfly Wings”, clara indicación de por dónde irían las (algo redundantes) letras del doble disco. Mucha rabia, mucha miseria y mucho “el infierno son los demás”; mensajes que sintió muy adentro el adolescente angustiado de los noventa, pero que igual pueden acabar agotando al cuarentón de los dos mil veintes. Aunque en honor a la verdad, en estas veinticuatro horas de amargura quedan huecos para los recuerdos tiernos o las declaraciones de amor.

No se puede negar que el disco tiene cierto relleno (incluso la famosa “An Ode To No One” chirría un poco, aunque tenga ese gran solo de Corgan), o que la secuenciación carece por momentos de cualquier sentido (el salto sin red entre la melancólica “1979” y “Tales Of A Scorched Earth” no funciona ni como giro sorpresa), pero más irresponsable todavía sería no admitir el estado de gracia compositivo y la ambición sónica de Smashing Pumpkins a mediados de los noventa, cuando, por un tiempo, dominaron la MTV y el mundo.

Los añadidos de la reedición recuerdan, además, su gran nivel en directo por entonces. Son un puñado de souvenirs inéditos de la gira “Infinite Sadness” de 1996, extraídos de directos en San Diego, Los Ángeles, Detroit o Cleveland, pero que parecen casi grabaciones de estudio a las que se ha añadido el jaleo del público. En entrevista con ‘Los Angeles Times’, Corgan ha definido ese momento del grupo como “una luz brillando fuerte antes de consumirse”. Entre bambalinas, el líder lidiaba con el fin de su primer matrimonio, y la muerte por sobredosis del teclista de gira Jonathan Melvoin precipitó la ruptura del line up original. ∎

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