Hay muchos (o eso quiero creer) que echamos de menos el veneno eléctrico de The Drones. Por suerte, tenemos a Gareth Liddiard y Fiona Kitschin al frente de Tropical Fuck Storm, otra bestia parda que, desde Melbourne, sigue proporcionando medicina ponzoñosa y vivificante en una línea que nos retrotrae a los Birthday Party de Nick Cave, a los Radio Birdman de Rob Younger y Deniz Tek o a los The Scientists de Kim Salmon. O sea: carne cruda no apta para pusilánimes ni para adoradores de Tame Impala.
“Deep States” es ya el tercer álbum del cuarteto australiano tras “A Laughling Death In Meatspace” (2018) y “Braindrops” (2019), y siguen con los dientes tan afilados como de costumbre, ofreciendo una bacanal de rock turbio que se levanta sobre un groove viciado que echa raíces en los páramos del blues embarrado y tóxico.
La mayoría de las canciones son largas (casi todo el pack de la decena superan los cinco minutos) para que la pócima se vaya inoculando a la velocidad adecuada, encontrando espacio para que las guitarras cortantes de Liddiard y Erica Dunn practiquen sus hipnóticos hachazos entre el retumbante bajo de Kitschin y las poluciones electrónicas que recorren todo el metraje.
La no voz de Liddiard (declama más que canta) organiza una ceremonia pagana cuyos capítulos están recorridos por esquelas de muerte, suicidio, cultos paranoicos y otras costras infestadas del way of life de nuestros días.
Entren en “The Donkey”, por ejemplo, la más extensa (pasa de los siete minutos): hay jirones de lo que podría ser una canción pop más o menos canónica entregada a un crooner beodo, pero el espejismo no dura mucho. Poco a poco la locura se va apoderando del corte hasta que nos vemos engullidos por un agujero negro de noise-punk que neutraliza cualquier vía de escape hacia la cordura.
Tropical Fuck Storm no te ofrecen un camino de rosas por el que viajar mientras observas bellos amaneceres en el desierto de su continente. Su música crece como un resistente arbusto de garras retorcidas y llenas de espinas. Es oscura y peligrosa, extenuante (aunque con algún respiro: “New Romeo Agent”, con Dunn protagonizando la parte vocal; los coros en “Bumma Sanger”) y exigente. Rock en caja alta que corta, sangra y escuece. Como tiene (o tendría) que ser. ∎