Álbum

Tucker Zimmerman

Dance Of Love4AD-Popstock!, 2024

Al igual que Bob Dylan, Tucker Zimmerman nació en 1941, comparte apellido paterno –sin ser parientes– y se le considera un genio de la composición aunque su carrera haya pasado desapercibida para el gran público. Solo águilas como David Bowie se fijaron en discos como “Ten Songs” (1969), primer álbum del Zimmerman pobre, producido por un Tony Visconti que empezó a colaborar con el señor Starman precisamente aquel mismo año. “Dance Of Love” es un milagro discográfico que ha encontrado cobijo inopinado en 4AD con la producción de Big Thief, en la nómina del sello londinense desde 2019. La exquisita banda de Brooklyn interviene al completo en esta nueva colección de diez canciones de este otro Zimmerman, de quien Adrianne Lenker afirma ser uno de los mejores compositores de todos los tiempos.

También se cuenta de este californiano polifacético con formación académica que ha escrito cerca de 800 canciones, además de música clásica, poesía y ficción, a lo largo de una carrera que empezó aproximadamente en 1965. Zimmerman explica que su madre poseía una gran colección de discos, de entre los cuales dos 10” de 78 rpm ejercieron una gran influencia en su vida: “Take This Hammer” (1950), de Leadbelly, editado para el sello Folkways por Alan Lomax, y “On The Streets Of New York” (1953), de Moondog, a quien conoció personalmente en Alemania después de una actuación en 1975. Aquella tarde inolvidable, el “vikingo de la 6ª Avenida” aleccionó al joven Zimmerman sobre la importancia del contrapunto. Años antes le había dedicado la cara B de su único single, “The Red Wind” (1969), que tituló “Moondog”.

“Dance Of Love” es un disco acústico y de raíces donde se aprecia la facilidad de Zimmerman para construir dinámicas que fluyen desde el country melancólico de “Old Folks Of Farmersville”, donde ya asoma Lenker como segunda voz, hasta el folk bizarro de “The Idiot’s Maze”, un trote surrealista con pizzicato y final disonante que eleva la composición a otro nivel. Zimmerman apela en primera persona al tráfago existencial con un divertido laberinto de situaciones paradójicas como la vida misma. “Lorelei” no es una versión de Cocteau Twins, sino otra bella balada folk que se inspira en un poema de Heinrich Heine. Pero la ninfa acuática que da nombre a un conocido risco a orillas del Rin ya no conduce a los marineros a su destrucción, sino que les da confort, paz y esperanza en medio del caos.

La ensoñadora “The Season” goza de un bonito arreglo de pedal steel a cargo de Matt Davidson (integrante de Twain, también presente en el último álbum en solitario de Lenker) y una ambientación electrónica de Zach Burba (Dear Nora, Iji). Zimmerman canta I’m so lucky to be alive, a lo que Lenker responde And kicking, too, añadiendo un toque de humor entrañable a este disco optimista a pesar de todo. La voz de Zimmerman es la de un hombre de su edad, década arriba o abajo –Lenker aporta frescura a sus timbres octogenarios–, pero no se le percibe cansado sino rebosante de energía –sin tanta sorna como Lee Hazlewood en su terminal “Cake or Death” (2006)– y con ganas de aprovechar la oportunidad de grabar su undécimo álbum con la crème de la crème del último country-folk. Marie-Claire, su mujer, interviene en la pieza coral “Leave It On The Porch Outside”, pero ya salía en los créditos de “Tucker Zimmerman” (1972), su segundo álbum, que preferimos a “Ten Songs”. También se les ve juntos en la portada del álbum, donde Zimmerman se apoya en ella barbado con un báculo al más puro estilo Moondog.

Grabado en Estados Unidos, “Dance Of Love” suena a directo íntimo, a comunión alrededor de una hoguera fraterna, más de las vanidades que de los Boy Scouts, aunque Zimmerman se muestre, afortunadamente para todos, más sabio que agrio, y cautivadoramente sencillo, pero solo en la superficie de una conciencia profunda que ya no está aquí para buscarle tres pies al gato. También sabe a libertad de movimientos para las doce cuerdas –sin contar las vocales– de su protagonista, con indulgencias como la canción del porche o “The Ram-a-lama-ding-dong Song”. Pero todo acaba bien con el blues dylaniano de “Nobody Knows”, obligado carpe diem consonante con el concepto global de “Dance Of Love”. Un álbum de notable alto donde Lenker no solo acompaña en los coros sino que se reserva versos enteros en las dos canciones más mitológicas del disco: la ya mencionada “Lorelei” (con la ondina de agua dulce) y “Burial At Sea”, donde advierte de los cantos de una sirena, volviendo a resonar “maze” (laberinto). Otra gran canción y dueto generacional que nos alcanzan de refilón gracias a esta constelación irrepetible. ∎

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