Álbum

Vecinos

Centro de ayudaMont Ventoux, 2025

La cantera española de pop y rock independiente surgida de la resaca de la pandemia es un pozo sin fondo. Quizá llegue el día en el que la inevitable selección natural haga su criba sobre toda esa generación que tan bien glosó el libro colectivo “No sonamos mal. Crónica oral de la nueva escena indie de guitarras” (Muzikalia, 2024), pero mientras tanto, haremos bien en disfrutar del presente. Para cuando el tamiz opere, no sería extraño que Vecinos perdurasen. Destilan madurez, dominan diversidad de tempos, muestran apego a la calle, emiten señales de comercialidad y suenan, en definitiva, a banda hecha y derecha, por mucho que este sea su primer álbum como tal. Refrendan, en síntesis, todo lo que apuntaban en sus tres EPs previos, “Siempre saludaban” (2023), “Parecen majos” (2024) y “No son horas” (2024), agrupados en el vinilo Junta extraordinaria” (2024).

El cuarteto radicado en Barcelona, formado por Martín Puig (voz, guitarra y la mayoría de letras), Miguel Trias de Bes (bajo), Ismael Mateo (guitarra) e Iñaki García (batería), destila en este disco, producido por Raúl Pérez en La Mina, unas buenas dosis de soltura, desparpajo, efervescencia y capacidad para convencer al oyente por la vía directa. Ponen buena cara al mal tiempo sin por ello hacerle –ni mucho menos– la cobra a la desazón generacional que los embarga (la carestía de la vivienda, los nubarrones negros del porvenir, el pantallismo galopante, el desconcierto de un tiempo tan líquido) ni renegar de un lenguaje tan sencillo como efectivo, en el que lo mismo convive una línea de bajo que empieza clavando la de “Blister In The Sun” (Violent Femmes) con expresiones tan coloquiales como “siempre queda poco pa’ llegar”, “he pisado más tanatorios que cines de barrio y me va a dar algo”  o “somos un wetransfer caducado”. Irradian retranca, en ningún momento pesadumbre. Es su forma de luchar ante la adversidad. No queda otra.

Y, sobre todo, dominan el arte de la canción rotunda y pegajosa. Seguramente enlacen con la ironía de sus paisanos Mujeres –convertidos ya en una referencia para generaciones sucesivas– compartiendo sensibilidad con Cala Vento o Pinpilinpussies, pero también con Yawners o hasta con Carolina Durante, porque ese sarcasmo tan natural es ya consustancial a cierta escena de Barcelona y de Madrid, al tiempo que tampoco se puede adscribir su sonido a ninguna década concreta: hay argumentos para acordarse de los ochenta, de los noventa y de los dos mil. Su punk pop, por llamarlo de alguna forma (aunque el power pop guasón tal y como lo entendían Weezer también sería una filiación razonable), prende al instante en las enérgicas “Por todo lo alto”, “Nuevo inicio de sesión”, “El eucalipto”, “Feliz cumpleaños” o “Fin del informativo”, pero también convencen cuando se ponen melancólicos en “Siempre más”, “Va como va” o “La lavadora”, sujetas a más matices. Casi todas tienen vocación de himno y tiene pinta de convertirse en proyectiles desde cualquier escenario. Poco más se les puede pedir. ∎

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