Vincent John Martin alias Vince Clarke, el hombre tranquilo detrás de los primeros Depeche Mode, Yazoo, The Assembly y Erasure, no se ha prodigado mucho en solitario durante sus más de cuarenta años de carrera. Fuera de sus proyectos principales, ha publicado álbumes con Martyn Ware (Heaven 17) –“Pretentious” (1999; como The Clarke & Ware Experiment) y “Spectrum Pursuit Vehicle” (2001)–, con Paul Hartnoll (Orbital) –“2Square” (2016)– y junto a su viejo compañero Martin Gore –“Ssss” (2012; con las siglas VCMG)–. “Songs Of Silence” es su primera aventura seria sin colaboradores de renombre.
El título de “Songs Of Silence” se inspira en la canción de Paul Simon “The Sound Of Silence”, que pertenece a “The Paul Simon Songbook” (1965), uno de los discos favoritos de Clarke, lo que no debería extrañarnos atendiendo a su trayectoria casi permanente en el pop. Pero la naturaleza de “Songs Of Silence” es bien distinta. Aunque la actividad de Clarke en su estudio de Nueva York nunca cesa –ya planea un trabajo de música “generativa” a lo Brian Eno–, la concepción de “Songs Of Silence” nace tras un parón de Erasure por contagio de COVID de su cantante, Andy Bell. La idea de este genio de rostro esculpido en silicio –siempre ha tenido el mismo aspecto de niño travieso– era sacarle partido a un sintetizador modular llamado Eurorack. Además, todos los cortes –inicialmente titulados “Drone 1”, “Drone 2”, etc: Bell suele encargarse de bautizar las canciones de Erasure– debían girar alrededor de una sola nota. Minimalismo puro.
Pero el resultado no es tan aburrido como podría esperarse. Clarke contiene la duración de las piezas –ninguna alcanza los cinco minutos– y reviste los zumbidos armónicos del Eurorack con múltiples detalles. Así, el primer single digital y la pieza más emotiva de la colección, “The Lamentations Of Jeremiah”, incorpora un arreglo de violonchelo de Reed Hayes (con quien comparte un programa de radio, ‘The Synthesizer Show’) que da sentido al título bíblico de la pieza: Jeremías es un profeta del Antiguo Testamento, autor del “Libro de las lamentaciones”. A “White Rabbit” le añade secuenciador –lo mismo que a “Scarper”, más un arreglo de guitarra acústica– y una percusión no menos épica que recuerda a la banda sonora de “La última tentación de Cristo”, de Peter Gabriel, solo que el título se inspira en “Alicia en el país de las maravillas” (como Jefferson Airplane). Las texturas ominosas que Clarke obtiene del Eurorack lo han llevado a este tipo de arreglos dramáticos y cinematográficos. “Passage” remite a Wojciech Kilar, quizá “La novena puerta”. Como el último corte, “Last Transmission”, con su superposición de texturas.
Las naves siderales de Tangerine Dream sobrevuelan el espacio de “Songs Of Silence”, también el Vangelis menos dulzón –escuchen “Mitosis”–, con una constante sensación de inminencia declarada en el cuarto corte, muy Roedelius, “Imminent”. Clarke se ha sacado de la chistera un disco de gran profundidad, incluso filosófica, aunque él lo negará, y lo que empezó como un pasatiempo experimental ha acabado convirtiéndose en una música apasionante y llena de contenido. Algo realmente complicado cuando todo está dicho y hecho en el reino de la música ambient, drone o como quiera llamarse, si bien “Blackleg”, segunda pieza en incorporar voz, muta la categoría de “Songs Of Silence” a folclore cósmico. No va a suponer la reconversión definitiva de su autor, pero, para quienes no hemos sintonizado mucho con Erasure, supone una bocanada de aire fresco a pesar de la gravedad que transpiran sus diez temas. Once si incluimos “The Cave”, cara B inédita del single que publicó hace poco la revista británica ‘Electronic Sound’. ∎