Bienvenidos al gótico mediterráneo de Virgen de la Periferia, quienes señalan con este álbum de debut –siete canciones en 31 minutos, tras unos primeros pasos en los que se llamaban Texacco– un punto de confluencia que trasciende las limitaciones del ejercicio de estilo. Hay dispares y refinados nutrientes en su argumentario, pero se dan cita sin que el juego de contrastes derive en un artificioso parcheado. Al contrario. Seguramente se deba a que los integrantes del cuarteto valenciano tienen ya mucha mili detrás: las voces de David Pascual (Mr. Perfumme, Jackson Milicia) y Violeta Ausina (MAR, Orxata Sound System; también al teclado), la guitarra de Alberto “Correcto” Roselló (El Futuro Peatón, Megaphone ou la Mort), el bajo de Juan Clavel (Gilbertástico, Golden Peluco) y la batería de Santi Serrano (Carmina Burana y Emma Get Wild) derivan en una hirviente fórmula que difícilmente podía hallar mejor acomodo que La Synthesis, el sello creado por Pablo Und Destruktion. Basta escuchar “Cardo es la madrugada”, con sus guitarras twang, su teclado malsano y su motivo melódico a lo Nick Cave & The Bad Seeds de segunda mitad de los ochenta para poner en situación al oyente.
Truculencia lírica, hiperrealismo (y a veces hiperexpresividad) noir y una virulencia que en ocasiones brota en modo torrencial, como en la tremendista “La bestia de Caja Rural”, con sus coros tabernarios y una mala leche que igual puede recordar a Einstürzende Neubaten, Matt Elliott o a los propios Carmina Burana. En otros pasajes, como en la extraordinaria “Nadie se opone a la noche”, Pascual y Ausina parecen unos Mark Lanegan e Isobel Campbell levantinos, moviéndose con soltura en árido terreno fronterizo, antes de que “Disparar” refrende la saludable amplitud de registros que se gastan mediante la clásica secuencia calma-ira-calma tan preciada por los Pixies. Con Virgen de la Periferia se suele hablar también de Vainica Doble, The Jesus And Mary Chain o las bandas sonoras de Ennio Morricone (yo incluso diría que “Caballos desbocados” tiene algo de Manta Ray, si nos ponemos a exprimir la veta cinemática), pero lo que prima en todo momento es la acusada personalidad de un combo que casa estupendamente la dialéctica del crimen rural y de las carreteras nocturnas que no llevan a ninguna (buena) parte con un rock agreste, malencarado y torvo, pero al mismo tiempo rebosante de magnetismo animal y un poder de evocación que restalla en cortes como “Navajera”. ∎