Escribo esto en uno de esos días en los que no cuesta nada encontrar artículos de opinión sobre ese debate electoral estadounidense entre Joe Biden y Donald Trump, todos trazando en la arena los límites de la edad, evaluando a través de ella qué vomito hizo el mejor sonido al caer. Ya sabéis, el primero tiene 81 años de edad y el segundo 78. En paralelo, Willie Nelson ha cumplido 91 a finales de abril. Pero con él se agota esa imagen. Solo en los últimos diez años ha sacado dieciséis discos. Según la publicación ‘Texas Monthly’, este “The Border” sería, contando, además de los LPs de estudio a su nombre, también sus álbumes colaborativos, directos, recopilatorios, bandas sonoras y demás, el número 152. Datos.
En cierto modo, “The Border” es una secuela de “A Beautiful Time” (2022), aunque algo más ligera, menos uptempo y sin tanta sensación de capítulo final. Después de ese ha sacado dos discos más –“I Don’t Know A Thing About Love” (2023) y “Bluegrass” (2023)–, pero ambos se podrían englobar en esa serie de grabaciones en las que rinde tributo a alguien o algo, a terceros (léase, en esos dos casos, a Harland Howard y al bluegrass, respectivamente), mientras que “A Beautiful Time” y “The Border” entrarían en la categoría de obras originales o más personales. A pesar del título (y de su portada, una fotografía del Parque Nacional Big Bend, situado al sudoeste de Texas, lindando con México), “The Border” no es un álbum conceptual alrededor de la frontera o lo fronterizo.
Sí va de eso, claro, de la frontera, el tema que lo bautiza, composición de 2019 de Rodney Crowell y Allen Shamblin que se puede encontrar en el LP “Texas” que Crowell sacó ese año. Es una canción que no solo ve serpientes en la oscuridad, sino también la avaricia en los arbustos y a personas cuyas almas están en peligro. And it’s based in a true story, como suele decirse: la de los agentes José Compeán e Ignacio Ramos, que dispararon a un narcotraficante cerca de El Paso en 2005 y fueron condenados a doce y once años de prisión, respectivamente, por “obstruir a la justicia al desfigurar la escena del crimen” (en un principio no reportaron el incidente, lo ocultaron). George Bush Jr. les conmutó las penas y salieron de la cárcel en 2009. Donald Trump les concedió el perdón completo en 2020. Por algo la canción empieza diciendo “Trabajo en la frontera y veo lo que veo, trabajo en la frontera y ella trabaja en mí”.
Pero podría decirse que ahí, en esa versión, se acaba la frontera en este disco, entendida como eje interno del relato. Con cuatro nuevas canciones coescritas por Nelson y el productor del álbum, Buddy Cannon, quien vuelve a ser su mano derecha como viene ocurriendo desde que ambos coincidieron en “Heroes” (2012), más otra firmada por Rodney Crowell y las aportaciones de los compositores Erin Enderlin, Bobby Tomberlin, Mike Reid, Monty Holmes, Will Jennings, Shawn Camp y Larry Cordle, el álbum vira hacia una parecida idea de dolor e incertidumbre que la de “A Beautiful Time”: el sentir de su mortalidad.
Una mortalidad que se le puede aparecer en un sueño en el que imagina que es la guitarra de Hank Williams (“me cogió y afinó, y me tocó toda la noche, lloraba mientras cantaba todas aquellas canciones solitarias, es divertido como un sueño puede ser tan real y hacer que te preguntes quién eres”), o en una canción sobre la carretera que le queda por delante, más agradecido que triste por los que conoció y ya se fueron (“para sacudir mi mundo de duelo supongo que continuaré hasta que desaparezca, y al final lo haré a mi manera”), o cuando todavía, ¡a estas alturas!, se cuestiona, más desconcertado que arrepentido, el porqué es y siempre será compositor (“¿cuánto cuesta ser libre?, libre del dolor que aún vive en mí, he dado mi corazón, mi alma y mi mente, ¿cómo puedo pagar y dejar de cumplir condena, por qué intento que todo rime?”).
Y ahí sigue con él su guitarra Trigger, esa Martin N-20 que viene usando desde 1969, así llamada por un caballo de Roy Rogers. Larga vida. ∎