Yerai Cortés

C. Tangana es muy bueno. También muy egocéntrico, y en el balance entre ambas realidades, indisociables pero quizá también irreconciliables, se ha movido todo lo que ha hecho en esta última (casi) década. Retirado sólidamente de la música, sin humos, desde la publicación de “El Madrileño” en 2021 y su posterior (y caóticamente hermosa, gloriosa, monumental) gira “Sin cantar ni afinar”, sigue orbitándola sin embargo desde otro lugar, y sobre todo con otra mirada. Las primeras incursiones en esta reconversión a director de cine con su propia productora (Little Spain) documentan precisamente aquel tour, “Esta ambición desmedida” (dirigida por el combo Santos Bacana, Rogelio González, Cristina Trenas), y el camino de sanación personal que su guitarrista, Yerai Cortés, necesitaba recorrer hasta la composición del que sería su primer álbum. La música, en fin, nunca se ha ido de su cabeza, y no ha dejado desde luego de mover sus sensibilidades. Sigue poniendo, además, buenas ideas encima de la mesa: muchos discos se abren con una introducción, pero no recuerdo ninguno que empiece con un epígrafe, como un libro, con unas notas del director.

No es la única aportación del madrileño al esperado debut largo del guitarrista flamenco más prometedor de la actualidad, que ha brillado su talento crudísimo desde los tablaos más rudimentarios y exigentes hasta los festivales con más solera, y que a día de hoy cabalga entre el purismo flamenco, el mundo indie y ondas vanguardistas y experimentales acumulando aplausos y sold outs en salas y auditorios de toda España. C. Tangana ha escrito junto a Yerai prácticamente todas las canciones del disco como escribe la película, y su presencia se confunde aquí con la de un guionista en busca de testimonios. Y produce, mano a mano con Harto Rodríguez, todo “LA GUITARRA FLAMENCA DE YERAI CORTÉS”. Pero ya. Su peso queda por dentro y lo entenderán ellos: Tangana y Rodríguez sirven explícitamente solo a la ambientación y a disponer las cuerdas para que Cortés se desquite con sus locos equilibrismos. Mirarlo, dejarle verse. Y tirarle un poco de la lengua solo si es realmente necesario.

La idea del guitarrista alicantino siempre fue contar su historia, un duelo personal detonado por las tragedias y los oscuros secretos familiares (una madre “mágica”, un padre en la cárcel por tráfico de drogas…), sin contarla, tocándola. Y es difícil conseguirlo si al final todo adquiere la forma de imágenes y palabras y se convierte en una película. Por eso uno de los logros más inusuales de la homónima “La guitarra flamenca de Yerai Cortés”, recogiendo esa misteriosa onírica cotidiana tan reconocible en Isaki Lacuesta, es que Yerai no dependa de su propia narrativa y toque, mientras es su entorno, las circunstancias corrientes que se dan a su alrededor, con liviandad o gravedad, lo que va desenredando, sin renunciar por tanto a la ambigüedad del sueño lúcido, lo que se quiere contar. Por eso también en lo sonoro hay una primera mitad más extrovertida y comunitaria que habla sobre identidad y pertenencia, que mira más a la familia, marcada por alegrías, bulerías, jaleos y sonoridades moriscas, y una segunda que se acerca más a la intimidad del drama y a una vivencia única y más personal junto a su hermana, y que adquiere un tono más reflexivo mientras se acerca a las brisas pop del nuevo flamenco.

Son las palabras de Yerai, sin embargo, las que marcan los momentos más demoledores y emocionantes, y las que van explicitando los distintos temas, duelos y penas que el trabajo trata: los interludios “QUE ME RECONOZCAN (skit Yerai)” y “TENGO UNA HERMANA (skit Yerai)”, que hablan sobre identidad y necesidad de contar, o “POR TU SILENCIO LLORO”, el único momento en el que Yerai usa su propia voz para cantarle a su hermana (con líneas preciosas: “Si tengo una guitarra en las manos es solo para tocarte a ti / Si tengo una palabra en la boca es solo para hablar de ti”) una pena abrigado por un coro de palmas y voces femeninas que lo acompaña en todo el disco (María Reyes, Salomé Ramírez, Nerea Domínguez, Elena Ollero, Macarena Campos, Marina Perea, Lucía Pedros, Paula Moreno, Triana Maciel…). En el momento clave, en el clímax que supone “LO MALO QUE HE SIDO CONTIGO”, Yerai se calla y vuelve al toque para dejar que sean estas voces, y la de su hermana, desvelada definitivamente como gran protagonista, las que hablen por él. El espíritu siempre es de reunión y reconciliacion, en cierto modo intergeneracional, y se plasma tanto en su despliegue narrativo como en sus colaboraciones: grandes maestros como La Tana o Remedios Amaya se juntan con nuevos talentos como Farruquito o La Tania (que brilla en solitario en “LOS ALMENDROS” dejando uno de los mejores momentos del álbum) y hasta con la tía de Yerai, Ana, o con su primo Yoni El Remache.

Separar documental y disco, por tanto, es complejo y además seguramente innecesario e incluso contraproducente. El enfoque audiovisual es evidente desde el minuto uno, como lo es también la influencia documental. Todos los cortes tienen la espontaneidad del directo, suenan fuera de estudios e improvisados en espacios compartidos; se cuelan ecos, ruidos cotidianos, quejíos, gritos y jaleos, el canto de los pájaros. El error no se corrige, se aprovecha. Y se utiliza el lanzamiento de los cohetes Starlink en la primavera de 2021 para localizar claramente la acción, otorgándole además al disco el simbolismo de un globo sonda lanzado al espacio exterior, una fantasía intergaláctica imaginada quizá por un loco que se cierra en “MALAGUEÑA FINALE” con una pieza de sintetizadores casi hauntológica. Pero lo mejor de estas canciones es que, aunque recurran en general a muchos de sus recursos y algunos fragmentos, y aunque exista un diálogo lógico con los paisajes sonoros que dibujan también la ambientación de la cinta, logran despegarse de la película y se permiten desarrollos pausados y elaborados que en otro contexto optan por fragmentarse, componiendo, en fin, algo que funciona como algo más que una banda sonora. ∎