Disco destacado

Zach Bryan

Zach BryanBelting Bronco-Warner, 2023
Your attention, please: este hombre, Zach Bryan, es buenísimo en lo suyo. Él, para resumir, le da al country. Un country a lo heartland rock, con mucha proteína de hooks y singalongs (es decir, con muchos estribillos y tarareos: y los suyos, por cierto, dígase ya, están fetén), que él compensa, para no pasarse de música a tope de cardio, con unas baladas bien sentidas. Y a partir de aquí podemos empezar a diseccionarlo, con buena o mala leche o sin tener ni idea de qué hablamos. Inductiva o deductivamente, qué más da. Como también daría igual que sospechásemos que la ola que está surfeando la hubiera guionizado el cero ingenioso Tim Burton de aquel remake de “El planeta de los simios” (2001), en aras de intentar vendernos hueca rebeldía y estrellato de clickbait: verbigracia, justo hace unos días (ocurrió el 7 de septiembre), cuando Zach fue detenido y fichado por la policía de Oklahoma (por obstrucción a la justicia), llegó al #1 del Billboard Hot 100 con la canción “I Remember Everything”, un dueto con Kacey Musgraves que es el onceavo tema que suena en este disco homónimo suyo (álbum que también ha sido #1 del Billboard 200 Charts). Lo dejaremos en que fue una mera casualidad. Sin más. Porque aquí, la verdad, no hay ni trampa ni cartón. Solo un señor LP. ¿Los hubo en Ryan Adams cuando Whiskeytown o en sus dos primeros discos en solitario? No. Pues eso. PD: este disco es muy del palo de aquel “Heartbreaker” (2000) de Ryan.

Sin trampa ni cartón. Foto: Trevor Pavlik
Sin trampa ni cartón. Foto: Trevor Pavlik

Estamos reseñando el cuarto álbum de estudio que Zach Bryan publica desde 2019. Dieciséis canciones y cincuenta y cuatro minutos y medio. El anterior, “American Heartbreak” (2022), el primero con un sello grande, contenía treinta y cuatro canciones y duraba dos horas y un minuto. Parece que el muchacho (27 años cumplidos en abril: miembro de la Armada estadounidense desde que tenía 17 hasta los 25) se está intentando controlar. Pero, aun y así, es un lago desbordándose cuya corriente, sus canciones, van empapando de old school country este mundo moderno nuestro. Influenciado, eso dice, por Jason Isbell, Turnpike Troubadours y Tyler Childers, sus composiciones a veces suenan como salidas de algún viejo porche profano, otras se escapan de demos de cuatro pistas, las hay que no saben si decantarse por la épica o la aspereza de la emoción cruda y en esa duda, en esa mezcla, encuentran, encontramos, el nirvana. Es cierto que, como algunos han escrito, le tira darse un atracón de drama, pero no lo hace siendo autocomplaciente, sino que se va zambullendo en la escala de grises, a veces hasta con sentido del humor (“soy una ladera autodestructiva, si tú quieres ser mi colina”, canta en “Spotless”), mientras se va interrogando, y nos interroga, sobre la facilidad con que este mundo nos corrompe –que si el amor y sus limitaciones, que si el alcohol que no ahoga las penas y las hace flotar; ese tipo de cosas– y cómo agarrarnos a las fuerzas que pueden evitarlo. O frenarlo. Grande. ∎

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