La burra Jenny, actriz revelación de la película.
La burra Jenny, actriz revelación de la película.

Searchlight

“Almas en pena de Inisherin”: guía para la amistad en el fin del mundo

El equipo de “Escondidos en Brujas” (2008) y Tres anuncios en las afueras (2017), viaja a Irlanda años después para contar una divertidísima y emotiva historia de amistades rotas y canciones olvidadas que llegará a nuestras salas el 3 de febrero.

Durante unos segundos, Pádraic Súilleabháin (Colin Farrell), granjero en una pequeña isla del oeste de Irlanda, se muestra radicalmente feliz. Se dirige, como cada día, a buscar a su buen amigo Colm Doherty (Brendan Gleeson) para acudir juntos al pub y disfrutar de una pinta tras otra. Sin embargo, Colm, a finales de marzo de 1923, con Irlanda sumida en una agotadora guerra civil, ha decidido dejar de ser amigo de Pádraic. Ante la inmensidad de la vida, ante la inevitabilidad de la muerte, las conversaciones absurdas con un tipo simple y bonachón no lo llenan. Lo que sucederá a continuación no solo sorprenderá a cualquier espectador y obligará a Pádraic a fruncir constantemente su muy expresivo ceño, sino que además incluye muchísimo humor negro, grandes dosis de amor no correspondido y varios miembros amputados. Y, como buenos irlandeses, canciones, paisajes de ensueño y cogorzas.

Hace cinco años, Martin McDonagh respiraba aliviado. Lo hacía al saber que un proyecto –cuyo título no especifica– con el que no tenía ninguna relación y que pretendía juntar a Brendan Gleeson y a Colin Farrell era cancelado. El director y guionista de “Escondidos en Brujas” (2008), su ópera prima, siempre ha sentido un profundo orgullo por haber unido a esa improbable pero fascinante pareja de actores por primera vez. Catorce años después, a pesar de agendas imposibles y pandemias mundiales, McDonagh ha conseguido volver a reunir a sus actores fetiche (con ambos ha rodado al menos tres proyectos) gracias a un proyecto hecho a medida. “Almas en pena de Inisherin” (2022; en España 2023) está escrita por y para su dúo protagonista. No es casualidad que el personaje de Gleeson toque el violín –el actor es un músico más que capaz– ni que su amistad con Farrell le permitiese proponerle un personaje tan fuera de su zona de confort. Sus nombres estaban grabados en la primera página desde hace años.

Brendan Gleeson y Colin Farrell, al borde del conflicto.
Brendan Gleeson y Colin Farrell, al borde del conflicto.

Si la primera película de McDonagh diseñaba a dos personajes que comienzan a quererse contra todo pronóstico, esta dibuja a dos compañeros que comienzan a odiarse, igualmente de forma inesperada. Sin embargo, la complicidad que Farrell y Gleeson cultivaron en Brujas se convirtió en una auténtica amistad que, según confiesan ambos, ha perdurado año tras año. Son habituales las muestras de afecto en público de ambos actores, que rezuman carisma y oficio. Ambos se sintieron tentados, al inicio del rodaje de “Almas en pena de Inisherin”, a detener durante unos días su relación, su buen rollo, para crear una atmósfera más propicia para el desarrollo de esta historia de desencuentros. Con un abrazo, los dos concluyeron que no sería necesario y comenzaron varias semanas de ensayos que dieron rienda suelta a toda su creatividad.

Martin McDonagh, el director y guionista de “Escondidos en Brujas” (2008), su ópera prima, ha conseguido volver a reunir a sus actores fetiche gracias a un proyecto hecho a medida.

Hay en esta fábula una inesperada pero reconfortante mezcla de géneros. Sus secuencias navegan entre el drama, la comedia negra o el thriller. Sus diálogos e interpretaciones conducen el guion, tan inesperado como innovador, una columna edificada alrededor de la singular mente de McDonagh, que posee mucho de su historial como dramaturgo. Un guion que McDonagh escribe con lápiz y papel, sin diseñar tratamientos o sinopsis previas, encontrándose con lo que los personajes deciden a medida que los cincela. Carter Burwell, su compositor habitual, rodea cada escena con una banda sonora alejada de lo que cualquiera esperaría en una película ambientada en los acantilados de la costa de Galway, pero con una personalidad que enriquece cada gesto, cada vistazo a una tierra ficticia, puesto que Inisherin no es un lugar real y esta película se rodó entre Inishmore y la isla Achill. Su majestuosa puesta en escena debe ser vista en pantalla grande. Lo mejor para disfrutar de la experiencia inmersiva y la belleza visual que propone este clásico instantáneo es acudir a verla a los cines a partir del 3 de febrero, fecha de su estreno en España.

Una escena del rodaje, donde se puede apreciar la amistad de sus dos protagonistas.
Una escena del rodaje, donde se puede apreciar la amistad de sus dos protagonistas.

“Almas en pena de Inisherin” está reventando la temporada de premios. Todos sus actores han recibido nominaciones a los más prestigiosos galardones –grandes noticias para Kerry Condon y Barry Keoghan, también arrebatadores en sus respectivos papeles– y la película se ha alzado como mejor comedia en la pasada edición de los Globos de Oro. Además, ha recibido nueve nominaciones a los Oscar®: mejor actor principal para Colin Farrell, que parte como uno de los favoritos tras ganar el Globo de Oro, y mejor actor y actriz de reparto para Kerry Condon, Barry Keoghan y Brendan Gleeson. También mejor montaje, mejor banda sonora, mejor director, mejor guion original y, el plato fuerte, mejor película. Un reconocimiento apabullante por parte de la Academia, similar al que McDonagh disfrutó con su anterior y excelente trabajo, “Tres anuncios a las afueras” (2017), un drama protagonizado por una inconmensurable Frances McDormand y ambientado en la profundidad del sur de los Estados Unidos que se alzó con el Oscar® a mejor película, consagrando a su director con el que era únicamente su tercer filme.

En medio de una poesía existencial que no permite señalar a víctimas o culpable, surge una lección tras otra. Sobre la condición humana. Sobre la capacidad que tenemos, hombres y mujeres, de querer ser mejores.

No es casualidad que la localidad a la que regresaba John Wayne en “El hombre tranquilo” (1952), el clásico de John Ford, fuese Innisfree, de nombre tan similar a este pueblito que ahora nos ocupa. Como en aquella obra maestra, Pádraic y Colm arreglan sus problemas con violencia y alcohol. Pero entre todo ese barullo –en un filme con recursos justos y personajes solitarios, en medio de una poesía existencial que no permite señalar a víctimas o culpables– surge una lección tras otra. Sobre la condición humana. Sobre la capacidad que tenemos, hombres y mujeres, de querer ser mejores. Para nuestros seres queridos, para nuestros descendientes, para el resto de la humanidad, para nuestra comunidad y para nosotros mismos. Para cualquiera que, como estos personajes, se encuentre en un cruce de caminos, plagado de animales o no, ver “Almas perdidas de Inisherin” puede resultar decisivo. Que la suave melodía de las olas y el alegre sonar del violín acompañe nuestros pasos. ∎

Cosas raras ocurren en la vida.
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