¿Sigues confundiendo el tiempo con el clima? ¿No te aclaras sobre si “calentamiento global” o “cambio climático” son lo mismo? Proponemos una serie de puntos para definir ciertos conceptos ante la inminente Cumbre del Clima, COP26, de Glasgow que comienza el 31 de octubre.
La “caverna climática” ha hecho aportaciones notables al cuñadismo patrio. ¿Quién no recuerda a Mariano Rajoy en 2007, entonces candidato a la Presidencia del Gobierno, restando importancia al cambio climático aludiendo a su primo? ¿ O a Javier Lambán, Presidente de Aragón, durante Filomena, tuiteando: “No parece que el cambio climático vaya a suponer necesariamente la desaparición de la nieve. El año pasado ya fue muy pródigo con nuestras montañas en ese sentido”? Ambos políticos confunden el tiempo –las condiciones meteorológicas en un lugar en un momento determinado: un día soleado, una ola de frío de una semana– con el clima: el promedio a largo plazo, durante décadas.
Por eso, para nuestro cuñado interior, el de los demás, o para cualquier persona que necesite introducirse en la ciencia climática, decodificamos algunas cuestiones clave. Porque todo parece indicar que la cumbre de Glasgow va a ser una de las más exigentes desde el Acuerdo de París (2015), visto el Sexto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), que señala que, con el actual ritmo de emisiones, la Tierra incrementará su temperatura en 2,7 °C a final del siglo. Algo nunca visto en tres millones de años (por encima de lo acordado en París: entre 1,5 y 2 grados) y que provocará cambios “irreversibles”. Un “código rojo para la humanidad”, en palabras de Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, que advierte: “Se nos agota el tiempo para actuar”.
Muy al contrario, el estudio global de la Universidad de Bath del Reino Unido y el Centro de Stanford para la Innovación en Salud Global, sobre 10.000 jóvenes de diez países, señaló que un 45% de los encuestados indican que la ansiedad por el cambio climático está afectando su vida diaria. Tres cuartas partes de entre 16 y 25 años sintieron que “el futuro es aterrador”. Y el 64% dijo que los gobiernos no estaban haciendo lo suficiente para evitar una crisis climática.
Además, un informe reciente de la Global Commons Alliance recoge que el 73% de la sociedad teme que la Tierra se acerque a un punto de inflexión debido a las diversas actividades humanas que afectan al sistema climático planetario.
Por si fuera poco, el Eurobarómetro indica que los europeos creen que el cambio climático es el problema más grave al que se enfrenta el mundo. Más del 93% lo consideran un problema grave, y el 78% muy grave.
Aunque muchas veces se usen indistintamente, el término “calentamiento global” se refiere al período de aumento de las temperaturas medias globales que comenzó en el siglo XIX tras la Revolución Industrial. El concepto “cambio climático” abarca el calentamiento global y también los cambios más amplios que están ocurriendo en el planeta derivados de él.
En 2020, un estudio publicado en ‘Nature’ constató que, por primera vez, la masa antropogénica (creada por los seres humanos: infraestructuras, edificios, productos, residuos, etc.) supera la biomasa (la de todos los seres vivos). En 1900 era un 3% de la biomasa. Ahora, el volumen de los edificios e infraestructuras es mayor que el de los árboles y matorrales. La masa de los plásticos dobla la de todos los animales terrestres y marinos. Y solo las calles, edificios y puentes de Nueva York pesan más que el total de peces del mar.
Esta masa antropogénica se venía doblando cada 20 años, pero se triplicará en las próximas décadas. Cuatro quintas partes de los productos y objetos en uso hoy tienen menos de 30 años. En los últimos años, de media, por cada persona, se crea una cantidad de masa igual a su peso cada semana. Pero ¿hasta qué punto este desastre ambiental es responsabilidad de la ciudadanía, si globalmente se destinan 400.000 millones de euros a marketing para incitarnos al consumo (una cantidad mucho mayor que el presupuesto anual de la ONU, o el de muchos países para educación, sanidad o justicia…)?
Hay miles de termómetros en todo el mundo registrando la temperatura a diario. Los científicos también emplean “termómetros naturales” para apreciar cómo el clima y la atmósfera han cambiado: los anillos de árboles, los núcleos de hielo, arrecifes de coral, las estalactitas, los sedimentos del lecho de los lagos…
Esos datos revelan que desde 1900 el planeta se ha calentado más de un grado. Cada una de las últimas cinco décadas ha sido sucesivamente más cálida que la anterior. La Tierra es ahora más cálida que hace 12.000 años. Desde 1970, las temperaturas de la superficie global han aumentado más rápido que en cualquier otro período de 50 años durante los últimos 2000 años; los últimos cinco han sido los más calurosos registrados desde 1850. Para 2070, un tercio de la población mundial podría estar viviendo en áreas tan calientes como las partes más calientes del Sahara ahora.
Otras evidencias son el aumento del nivel del mar, el derretimiento de los glaciares y del permafrost (las capas de hielo terrestres), la reducción del hielo marino Ártico, temperaturas extremas, aumentos del nivel del mar, humedad atmosférica, incendios forestales, huracanes, tifones y ciclones más fuertes impulsados por un océano que se calienta; sequías más frecuentes y severas, cambios en la floración, plagas más devastadoras, extinción de especies…
Todo esto afecta a nuestra comida, al agua, a la salud, a la seguridad, a la economía, e incluso a nuestras actividades recreativas.
Al desenterrar y quemar cantidades masivas de combustibles fósiles desde la Revolución Industrial, se ha ido formando un manto en torno al planeta que atrapa demasiado calor. La quema de combustibles fósiles representa tres cuartas partes de las emisiones que atrapan el calor de las actividades humanas. La cuarta parte restante proviene de la deforestación, la descomposición de los desechos orgánicos y la agricultura.
Los bosques ayudan a almacenar carbono, pero lo liberan cuando se destruyen. La ONU alerta que el mundo pierde una superficie de bosque equivalente a un campo de fútbol cada tres segundos. Ya se han perdido la mitad de nuestro humedal y de los arrecifes de coral, que podrán ver casi su extinción en 2050 incluso ciñéndonos al aumento de 1,5 grados.
Muchos de los efectos que los científicos predijeron están ocurriendo: olas de calor intensas, prolongadas y frecuentes; precipitaciones más fuertes de lluvia, nieve, granizo. Sequías más graves, porque a medida que las temperaturas más cálidas aumentan la evaporación, secan los suelos y fortalecen los sistemas de alta presión asociados con la sequía que alejan las tormentas de la región y suprimen la convección que trae la lluvia.
Los incendios forestales son más grandes por la mayor frecuencia de condiciones cálidas y secas. Los huracanes, los ciclones tropicales o los tifones son más fuertes al sobrecargarse por el calentamiento de los océanos, que absorben más del 90% del exceso de calor producido a medida que el cambio climático calienta la Tierra. También las tormentas tropicales se aceleran e intensifican volviéndose más grandes, lentas y con más precipitaciones.
El campo de la ciencia del clima se remonta a casi 200 años. Han pasado más de cinco décadas desde que los científicos estadounidenses manifestaron formalmente al presidente Lyndon B. Johnson los peligros del cambio climático. En la actualidad, un 97% de los científicos del clima están de acuerdo en que el cambio climático es real y se debe a los seres humanos. El 6º informe del IPCC dice que es “inequívoco” que la influencia humana ha calentado la atmósfera, los océanos y la tierra.
La confusión pública procede, en gran medida, de las industrias vinculadas a las energías fósiles. Conocidas compañías de petróleo y gas han pasado décadas haciendo costosas campañas para engañar deliberadamente al público, generar dudas y postergar la acción climática. Algo ampliamente documentado, como recogen los libros “Mercaderes de la duda” (2010), de Naomi Oreskes y Erik M. Conway, y “Perdiendo la Tierra” (2019), de Nathaniel Rich, editados en España por Capitán Swing.
Una de las consecuencias de la alteración del clima son los eventos climáticos extremos. La OMM indica que ahora son cinco veces más frecuentes. Según el Internal Displacement Monitoring Centre, en 2020 hubo 30,7 millones de desplazamientos vinculados a fenómenos meteorológicos y climáticos.
Los países más pobres, con muy bajas emisiones de carbono, son los que más sufren las emisiones de los países ricos. Según un informe de Oxfam Intermon, el 10% más rico del mundo produce más de la mitad de las emisiones globales de carbono, mientras que la mitad más pobre es responsable del 7%. En los Estados Unidos, como resultado de las desigualdades sistémicas, las personas de color, los pueblos indígenas y los pobres suelen ser los más afectados por los desastres climáticos.
El IPCC advirtió que una de las principales amenazas es la inseguridad alimentaria, especialmente en el sur global, donde las personas dependen de la agricultura a pequeña escala y son más vulnerables a las condiciones climáticas extremas. Los investigadores de la Universidad Aalto (Finlandia) calculan que un tercio de la producción mundial de alimentos está en riesgo para fines de siglo si las emisiones aumentan al ritmo actual.
La Organización Mundial de la Salud ha estimado que en los 20 años posteriores a 2030, el cambio climático causará 250.000 muertes adicionales al año por desnutrición, malaria, diarrea y estrés por calor.
En marzo del 2021, por primera vez desde que se realizan registros, la concentración de CO2 en la atmósfera superó las 420 partes por millón. Estamos a mitad de camino de duplicar los niveles preindustriales. Además, nos acercamos, o hemos superado, puntos de inflexión del sistema terrestre: en los arrecifes de coral, la selva amazónica, las capas de hielo de la Antártida Occidental y Groenlandia.
Las principales estrategias para combatir el cambio climático son las de mitigación (limitan y reducen las emisiones a la atmósfera) y las de adaptación (abordan sus impactos, sus riesgos, y reducen las vulnerabilidades frente a él). Las soluciones también existen, aunque no en la escala ni con la inversión necesarias: energías renovables, modelos y procesos sostenibles (en alimentación, turismo, movilidad, construcción, moda), cambio de uso de la tierra, tratamiento de residuos, etc.
Pero la emergencia climática requiere actuar a escala global, nacional, elegir las soluciones idóneas para los diversos territorios (ciudades, estados, provincias), empresas, industrias, administraciones, estilos de vida sencillos en los hogares, las escuelas, las comunidades, las organizaciones. Teniendo presente la biocapacidad local, así como los impactos sociales y ambientales de los proyectos.
No es una transición sostenible, sino muchas transiciones ecosociales: sectoriales, energéticas, productivas, culturales y personales hacia una producción y consumo que permitan vivir de acuerdo con los límites terrestres y proporcionar el mayor bienestar a una mayoría social. No es un reto, son muchos, requieren de una gran armonización financiera, legal, diálogo social y mucha acción.
La ONU dice que estamos en “la década de la acción”. O lo que es lo mismo, “a little less conversation and a little more action”, que cantaba Elvis Presley. La mayoría de los países firmantes del Acuerdo de París van atrasados en sus promesas y en sus aportaciones al fondo climático, que sigue sin cubrirse, para ayudar a los países pobres a modernizar sus modelos energéticos y reforzarse contra los efectos del cambio climático.
Por eso, la cumbre de Glasgow buscará actualizar el Acuerdo de París, alinearse con los 1,5 º (reducir un 45% las emisiones en 2030) y garantizar los 100.000 millones de dólares anuales del fondo, entre otras aportaciones. Sobre la mesa quedan asuntos pendientes: los mercados de CO2; las finanzas de la adaptación, los daños y las pérdidas; más ambición en la mitigación, adaptación y resiliencia; acelerar las transiciones sectoriales en la economía real, alinear las finanzas con los objetivos. Y todo esto sin que nadie quede atrás en las negociaciones. ¿Será posible? ∎