La denuncia de David Lizoain. Foto: Elena Feduchi
La denuncia de David Lizoain. Foto: Elena Feduchi

Entrevista

David Lizoain: cómo llevar a juicio a los genocidas climáticos

El nuevo libro de David Lizoain explora una posibilidad cada vez menos descabellada: que los responsables de un desastre climático global que cada vez parece más claro respondan ante la justicia.

“Crimen climático. Cómo el calentamiento global está produciendo un genocidio” (Debate, 2023), de David Lizoain (Toronto, 1982), despliega la hipótesis de enjuiciar a los máximos responsables de la crisis climática. Un planteamiento más propio de un activista que de un economista formado en la Universidad de Harvard y en la London School Of Economics, que ha ejercido como asesor de presidencia en Moncloa y del departamento de presidencia de la Generalitat de Catalunya. Pero lo cierto es que los litigios climáticos se han duplicado desde 2017; entonces se denunciaron 884 casos, a finales de 2022 ascendieron a 2180, según el informe “Global Climate Litigation Report: 2023 Status Review” del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Algunos de los temas del libro los anticipó en “El fin del primer mundo” (Catarata, 2017). Encontró tiempo para desarrollarlos después de trabajar tres años y medio como asesor del presidente del gobierno, Pedro Sánchez: “Evidentemente, todos los organismos oficiales ya coinciden en que la crisis climática es una emergencia. La pandemia también nos ha hecho reflexionar sobre situaciones donde las administraciones tardan en reaccionar ante los problemas con consecuencias graves. Unos amigos, Kate Aronoff y Thea Riofrancos, escribieron ‘A Planet To Win’ sobre la necesidad de llevar a cabo un ‘green new deal’. En él plantean unos juicios a las petroleras. Paralelamente Kate, periodista climática, también escribía sobre ello por su cuenta. Pensé: ‘Vamos a reflexionar qué supondría’”, explica por videoconferencia desde Barcelona, en una pausa de sus nuevas responsabilidades en el Ayuntamiento tras los buenos resultados electorales socialistas. Desde allí, entre otros quehaceres, ayudará a impulsar la descarbonización, cuestión que aborda en su libro.

    “Crimen climático. Cómo el calentamiento global está produciendo un genocidio” (Debate, 2023).
    “Crimen climático. Cómo el calentamiento global está produciendo un genocidio” (Debate, 2023).
    El concepto de genocidio climático es central en la argumentación de “Crimen climático”, pero también es arriesgado jurídicamente. ¿Por qué te decantaste por él entre las categorías jurídicas existentes –crímenes contra la humanidad, etc.– u otras que pueden aparecer, como el ecocidio o los delitos climáticos?

    Puede interpretarse como una provocación, pero creo que es el término más apropiado descriptivamente. En el segundo capítulo diferencio entre el uso político que hacemos del concepto, donde creo que encaja muy bien, y la parte jurídica. Para mí el genocidio va mucho más allá de una categoría jurídica. Es cierto que estoy hablando de utilizar categorías jurídicas, pero hay un párrafo donde planteo una serie de términos alternativos y el genocidio me parece el más acertado, dado que no tenemos alternativa mejor. Luego la vía legal, la que sea: crímenes de lesa humanidad, que es más fácil que el genocidio. O intentar crear un tipo nuevo, como el ecocidio, u otro tipo de figuras.

    Otro concepto vital es el eco-apartheid, para describir la asimetría de los impactos climáticos. Solemos pensar que solo ocurren en el sur global. ¿En el norte estamos entendiendo que ya lo estamos viviendo a otro tipo de escala?

    Nunca sé si nos estamos enterando o si simplemente la gente lo intuye y prefiere no pensar en ello demasiado. El cambio climático, como cualquier fenómeno social, está muy ligado a las desigualdades que se reproducen a todas las escalas. Algo que no estamos comprendiendo es que son las personas vulnerables en todos los países –también los nuestros– quienes están más expuestas, con menos margen de respuesta y de recursos para, por ejemplo, instalar un aire acondicionado o pagar la factura eléctrica cuando las temperaturas son insoportables. El eco-apartheid es un fenómeno fractal; esta lógica de separación se reproduce a todos los niveles. No hablamos simplemente de fronteras físicas o naturales –como los desiertos o el Mediterráneo–, sino de barreras económicas, de segregación. Donde quieras poner el foco vas a encontrar desigualdades relacionadas con este tema.

    “Para mí el genocidio va mucho más allá de una categoría jurídica. Es cierto que estoy hablando de utilizar categorías jurídicas, pero hay un párrafo donde planteo una serie de términos alternativos y el genocidio me parece el más acertado, dado que no tenemos alternativa mejor”

    Abogas por la rendición de cuentas de los responsables del capitalismo fósil, estableces una jerarquía de responsabilidades y señalas a las empresas energéticas. Detrás de ellas está el sector financiero, los fondos de inversión, los bancos, etc. ¿Los consideras también responsables de los crímenes climáticos?

    La política es quien permite, regula y establece el marco para que luego el sector financiero y el de la energía fósil hagan y deshagan. En este caso, facilitan o están cometiendo lo que se verán como crímenes. El verano pasado salió el presidente Sánchez diciendo: “El cambio climático mata”. António Guterres, secretario general de la ONU, ha hecho declaraciones similares. Ya hay consenso, ahora se trata de ser más precisos. Lo digo en la introducción del libro: en el cambio climático hay responsables. Quería impulsar un poco ese debate: ¿quiénes están provocando esas muertes? Nadie es ajeno a esto, todo el mundo tiene familiares en situaciones de vulnerabilidad y por mucho que se intente inculcar un sentimiento de culpa generalizado entre la población, los responsables al final son pocas personas en determinados puestos estratégicos de producción, financiación y en los gobiernos.

    ¿Cómo convive tu concepto de “socialismo solar” con la realidad material que advierten los científicos sobre que los minerales y las tierras raras –para fabricar electrónica, placas solares, coches eléctricos, etc.– son limitados?

    El concepto “socialismo solar” lo mencioné en el libro anterior, básicamente es una agenda verde digerible para partidos mayoritarios de izquierda. Como economista, reconociendo los límites materiales evidentes que hay que tener en cuenta –pues afectan nuestras posibilidades en el planeta–, soy más optimista en cuanto a los recursos naturales, el papel de los mercados y de la elasticidad de la oferta. La escasez provoca que suban los precios, lo cual genera una lucha más intensa por los recursos, motivada por la lógica capitalista que nos aboca al desastre, pero también a descubrir fuentes alternativas de minerales y tierras raras. Para mí la preocupación no es tanto una falta de recursos sino un exceso de destrucción de la naturaleza y de emisiones. Confío en que los seres humanos colectivamente somos bastante capaces de adaptarnos a nuevos contextos. Si planteo que tenemos un tope de recursos en nuestro sistema desigual, heredero de imperialismos y colonialismos, cuya lógica deriva en un genocidio… es una pesadilla tremenda. No solo hay que dar motivos para la esperanza, objetivamente existen. Otra cosa es que debemos repensar nuestros sistemas de energía, movilidad, el diseño de las ciudades; básicamente todo. Ir a un contexto de abundancia más bien pública, no tanto privada ni de economía de lujo.

    Energía contaminante. Foto: Getty Images
    Energía contaminante. Foto: Getty Images
    Ciertas prácticas por las que aboga el decrecimiento –reducir la jornada laboral, las comunidades energéticas, modelos agrícolas sostenibles, etc.– empiezan a ser más conocidas y menos marginales. En la transición verde que tenemos por delante, ¿existirá diálogo y convivencia entre la economía neoliberal, el capitalismo verde y las estrategias decrecentistas?

    Bienvenido sea. Me gusta más el diálogo clásico entre socialismo y capitalismo porque plantea el control democrático de los medios de producción, las nacionalizaciones o la protección de servicios públicos universales, patrimonio de muchas escuelas previas al decrecimiento. En muchos casos son recetas válidas frente a la lógica del mercado. En las últimas décadas, es muy relevante el debate sobre los límites planetarios y qué hacer frente a ello. En cuanto a las fórmulas de organización social, remite a una reflexión muy rica y más antigua que la problemática climática. Si no hubiese cambio climático tendríamos igualmente que hablar de otro tipo de sistemas de consumo, de producción, de provisión de bienes básicos, etc. El cambio climático simplemente lo hace más urgente.

    Abogas, también, por la inversión en renovables. El FMI indicó que en 2022 se batió el récord en subsidios a las energías fósiles y los últimos informes de la Agencia Internacional de la Energía señalan que estamos casi tres veces por debajo de la inversión en renovables necesaria. ¿Cómo aceleramos el proceso?

    En los países del norte global se deberían acabar las subvenciones a los combustibles fósiles, no abrir nuevas fuentes de explotación y reducir ese consumo lo antes posible. Es más fácil si existen fuentes alternativas de energía abundantes y baratas. Hay datos esperanzadores sobre la aceleración en la adopción de renovables, sobre todo la solar. Parece que no llegamos, pero soy más pesimista en cuanto a las medidas para eliminar los combustibles fósiles. Sería conveniente establecer marcos estables para incentivar la producción, la adopción y la difusión de esas tecnologías. Lo estamos haciendo, podríamos discutir qué incentivos específicamente, pero si se compara con hace diez años, es una trayectoria ascendente. La cuestión es seguir así y que no pase como con la eólica, que parece que se está frenando por dificultades regulatorias. En muchos lugares ya es más barato instalar renovables que depender de fuentes fósiles. La lógica de mercado va hacia apostar por las renovables. En la cámara de representación de Texas, la coalición prorrenovables ganó a la coalición fósil. Es interesante: es el estado de la familia Bush y es históricamente petrolero, con todo lo que representa, controlado por los republicanos, el far west donde se puede hacer todo de forma desregulada. No se trata tanto de políticas públicas ni de inventar mecanismos concretos o tecnologías, porque están ahí o se están desarrollando. Se trata de construir la voluntad política, las coaliciones para hacerlo y una ciudadanía organizada que se moviliza para exigirlo. Es complicado, pero creo que hay una demanda y comprensión latente de lo que conlleva el cambio climático. Otra cosa es cómo actuar teniendo en cuenta las consecuencias redistributivas. Macron baja los impuestos a los ricos y sube el del petróleo beneficiando al capital y a los pudientes en detrimento de gente más pobre y fuera de los espacios de poder. No se puede hacer peor, se trata de hacer lo contrario. Creo que en la transición energética y en la descarbonización va a haber muchas vías y argumentos para una confluencia más amplia de lo que pensamos a favor de medidas que ahora resultan impensables. Me parece bien. Al final nos vamos a tener que entender entre todos y todas, no va a quedar otra.

    “Nadie es ajeno a esto, todo el mundo tiene familiares en situaciones de vulnerabilidad y por mucho que se intente inculcar un sentimiento de culpa generalizado entre la población, los responsables al final son pocas personas en determinados puestos estratégicos de producción, financiación y en los gobiernos”

    Algunos sectores apuntan a que las metas “cero emisiones” son una fantasía contable que a menudo olvida la multidimensionalidad del cambio climático, la pérdida y el deterioro de la biodiversidad, de vidas. Incluso las petroleras poseen planes de cero emisiones y la próxima Cumbre del Clima es en Emiratos Árabes. ¿Hay mucho greenwashing?

    En muchos casos, sí. Hace poco Greenpeace sacó el informe “The Dirty Dozen.The Climate Greenwashing Of 12 European Oil Companies”. El objetivo de las cero emisiones es positivo al representar la voluntad de mejorar e intentar lograrlo. Aunque en parte se basa en algunas fantasías tecnológicas, porque las emisiones negativas aún no están comprobadas. Pero esos compromisos, aunque puedan parecer tomados a la ligera o para distraer, pueden acabar convirtiéndose en vinculantes. Hace poco leí la intervención ante un foro de actores financieros de un miembro de la Junta del Banco Central Europeo, que precisamente no es la entidad más progresista de Europa. Les vino a decir que o cumplen los Acuerdos de París voluntariamente o les van a obligar los jueces. En un futuro se podrá decir “te comprometiste y al incumplir te saltas tus pactos con todos”. De los tres poderes, el poder judicial es el más conservador. Confío al mismo tiempo en una ciudadanía organizada que obligue a la justicia a tomarse en serio los tratados y el buen funcionamiento del Estado de derecho. Tardará, necesitará de un empuje del consenso social, pero cada declaración “cero emisiones” que no se va a cumplir es una confesión de ser cómplice en el cambio climático y sus consecuencias. En última instancia, muertes masivas. Mientras escribía el libro, se fallaron varias sentencias en diferentes países, hay una aceleración evidente, los argumentos son cada vez más sofisticados. Ese miembro del Banco Central decía que no son tres ciudadanos, sino redes transnacionales bien organizadas con cada vez más peso que saben moverse en diferentes espacios. Diría que la tendencia es inexorable. También, más temprano que tarde en España acabaremos reconociendo el ecocidio. Doñana pasará de ser un debate político a un delito universal que no prescriba. Algunos están maximizando sus beneficios hoy, lo cual no quiere decir que los castigos no puedan ser mayores en el futuro.

    Manifestación en contra la energía fósil. Foto: Jeff J. Mitchell (Getty Images)
    Manifestación en contra la energía fósil. Foto: Jeff J. Mitchell (Getty Images)
    Los pondrá otra generación con otra actitud. El activismo climático juvenil da algunas buenas muestras de ello.

    Creo que sí. Van a estar liderando e impulsando, pero al tener una pirámide demográfica que se va invirtiendo será algo intergeneracional. Aunque celebro la diversidad de tácticas. Invitaría a los activistas más comprometidos a lo que planteo en el libro: empezar a montar juicios, tribunales de Russell, coaliciones y recopilar evidencias para generar conciencia. No me atrevo a hacer predicciones sobre lo que pasará en 2030, queda mucho por hacer y a saber las aceleraciones políticas, económicas y laborales que viviremos. De hecho, la de las renovables es la parte fácil. Hay que electrificarlo todo, rehabilitar los edificios de todos los países, etc. Eso es más complicado. Es una oportunidad económica, social, de hacer cambios necesarios y probablemente la transformación económica más bestia desde que transitamos del feudalismo al capitalismo, o desde la economía agraria a la industrial. Y lo vamos a tener que hacer en tiempo récord. No creo que se cumplan las metas del Acuerdo de París, pero eso no quiere decir que no haya que seguir empujando: por cada 0,1 grado más de calentamiento, unos 100 millones de personas quedan fuera de un nicho habitable, dentro de unas predicciones conservadoras. Entre los muchos motivos para el pesimismo intento mantener un espíritu optimista. También se trata de minimizar los daños en la medida de lo posible.

    En tu libro comentas que el consumo sostenible no es suficiente, y que como ciudadanos tenemos más peso que como consumidores.

    Mi opinión fue cambiando a lo largo de la escritura. Me convenció un buen amigo, Tom Malleson, que ha publicado “The Practical And Ethical Case For Abolishing The Superrich” (2023), que recomiendo. Mi argumento inicial era que las acciones individuales no sustituyen a la acción colectiva y sistémica, por lo que hay que enfocarse más en lo sistémico-estructural. Él me dijo que son complementarias. Las personas que participan en el consumo responsable es más probable que estén comprometidas políticamente. Va de la mano, es predicar con el ejemplo. No vamos a solucionar el problema consumiendo de forma responsable, pero sin duda va a ayudar a generar el tipo de sociedad capaz de abordar nuestros grandes objetivos colectivos. Al final creo que necesitamos algo equivalente a una transformación en la conciencia colectiva.

    “La pequeña aportación de mi libro es: seamos conscientes de que el cambio climático mata. Podemos pensar en quiénes son los responsables y utilizar el Estado de derecho de forma disuasoria. No lo escribí con voluntad punitiva, sino de más vale ayudar, colaborar y no bloquear”

    En el epílogo abordas cómo llegar a las masas críticas y generar ese cambio.

    Me pareció interesante extrapolar las lecciones de la caída del bloque comunista en Europa del Este. De un día para otro, lo que parecía un sistema imposible de cambiar, represivo y autoritario, colapsa. En el caso checo, me interesó que Václav Havel propusiese una estrategia un poco ingenua pero inteligente: su grupo y otros disidentes empezaron a exigir los derechos humanos fruto de los acuerdos internacionales de Helsinki de los setenta, no exactamente vinculantes. Dicen: “Si están suscritos por el Estado, cúmplelos”. Los Acuerdos de París no tienen la misma fuerza que la ley doméstica, pero tienen una fuerza moral a la que se puede apelar. Creo que el Estado de derecho acabará reconociendo que son una piedra angular de los sistemas del futuro. Existe una conciencia latente y una preocupación climática en las empresas, en las administraciones, en la academia, en la sociedad civil, en todas partes. La cuestión es cómo cristalizarla. No hay una respuesta única. La pequeña aportación de mi libro es: seamos conscientes de que el cambio climático mata. Podemos pensar en quiénes son los responsables y utilizar el Estado de derecho de forma disuasoria. No lo escribí con voluntad punitiva, sino de más vale ayudar, colaborar y no bloquear. Más adelante eso puede tener consecuencias. Hay mucho escrito sobre el green new deal y otros planes verdes. Todo suma. Estoy muy vinculado a un socialismo reformista: tengo una trayectoria en las instituciones y animo a todo el mundo a aprovechar nuestras instituciones democráticas y los canales de participación política. Son imperfectos, pero sirven. A los activistas les diría que también puede ser muy potente juntar diferentes sectores, montar tribunales climáticos y hablar de genocidio. Quizá ahora suene a provocación, pero en unos años puede ser de sentido común. Al mismo tiempo, estoy aquí en el Ayuntamiento. Mi trayectoria ha estado dentro del PSC de Barcelona, de toda la vida. Mi propósito no es impulsar juicios climáticos sino ayudar, continuar con el trabajo para lograr la descarbonización de forma práctica, aplicar buenas políticas públicas en este sentido y seguir trabajando en Europa. ∎

    Etiquetas
    Compartir

    Contenidos relacionados